Justo después que Noé con su propia gente se aseguraron, comenzó el cataclismo. Mientras ellos no estaban asegurados, la ira de Dios no se manifestaba.
Y eres pues enseñado por esto, oh hombre, que las catástrofes y las devastaciones de la ira de Dios no vienen, mientras Dios esté trabajando para proteger y asegurar primero su propia gente.
Pero cuando los justos están a salvo alejándose o muriendo en paz, entonces espere por la ira de Dios de estallar. Ella está cerca. No está lejos. Y después de un rato se manifestará rápidamente.
Empezó el cataclismo. De este gran y terrible hecho la Sagrada Escritura nos ha conservado hasta la cronología.
El cataclismo sucedió, cuando Noé tenía seiscientos años lo que significa que si calculamos los años según la genealogía que la Escritura nos ha dado desde Adán hasta Noé, encontraremos más o menos 1656 años desde la época de la creación del hombre.
Y no especifica solo el año la Escritura, sino también el mes e incluso el día, durante el cual comenzó el cataclismo. «Del segundo mes, el día veintisiete del mes, en este día fueron rotas todas las fuentes del gran océano y las cataratas de los cielos fueron abiertas».
El día 27 del segundo mes durante ese dia se abrieron las fuentes del abismo y las cataratas del cielo. Es decir alrededor del principio de nuestro mes Noviembre.
Cuando Noé tenía seiscientos años. Bastante avanzado es decir en su edad. Y vivió para ver con sus propios ojos aquella gran y triste catástrofe del mundo, que sin duda él nunca iba a querer verla.
Aunque él fuera asegurado dentro del arca, nunca podría soportar su corazón a no romperse por los gemidos, que debe haber escuchado durante los primeros dias desde fuera del arca y por la idea, que el mundo entero durante aquellos días estaba siendo destruido.
Esa es la desventaja de la longevidad. Cuanto más vives, cuantas mas cosas verás. Tanto buenas como malas. Tanto agradables como desagradables. Las buenas y las agradables sin embargo serán las de menos, fuera de toda comparación las de menos.
De una manera que es muchas veces un favor especial y gracia, que Dios da a Su propia gente, cuando los lleva temprano de este mundo, para no ver con sus propios ojos el sufrimiento, que va a suceder luego a su nación o a su ciudad o a su familia.
Así prometió Dios al piadoso y agradable ante Sus ojos rey de los Judeos Josías, que se lo llevaría y le agregaría a sus padres; «y serás reunido en tu sepulcro en paz y no verás con tus ojos todas las desgracias que Yo traeré sobre este lugar».
Y así muchas veces lleva antes de su tiempo el joven hermano el Dios, porque no quiere amargarlo más con las copas amargas de las muertes y de las enfermedades, que justo despues se darán una cerca de la otra para que las beban los sobrevivientes con suspiros y con lágrimas amargas.
Lleva antes de su tiempo la madre, para no ver de su otro hijo tambien la muerte y para no ser lastimado con una segunda perforación su corazón abrumado.
Pero ves que a Noe le deja. Le asigna la misión a él una misión triste de verdad y áspera, pero también especialmente grande y principalmente honoraria.
Le encontró capaz para esto. Le encontró digno y le está usando por lo tanto como herramienta de Su voluntad. Las grandes obras y las grandes misiones siempre son así, mezcladas con penas y con penurias y con amarguras.
Quédate pues tranquilo en tu sitio, Oh Cristiano. Todo lo que Dios te da, esta bien dado. Quiere Él a ponerte en prueba con penas y con penurias. Quiere Él que toda tu vida es fermentada con lágrimas y con suspiros.
Él lo quiere bien y para tu propio beneficio lo quiere y para un gran y muy dulce resultado lo quiere. Aguanta tu con paciencia la educación del Señor. No desees quitarte por encima esa carga, que te la impone el amor de Dios.
Quieres ser Su soldado? «Acepta pues las penurias como un buen soldado de Jesucristo». Y ten confianza, que de estas penurias, que con paciencia debes y estás obligado a soportar, algún día saldrá el dulce fruto de la salvación y de reposo y de paz.
Puede ser que no lo veas en este mundo perecedero este resultado fruto. Pero lo verás y sin duda lo encontrarás en el futuro mundo venidero, donde como concursante que ha envejecido en las penurias de la lucha descansarás a toda la eternidad en las laureas inmarcesibles de tu victoria y de tu triunfo.
Cuando empezó el cataclismo, «fueron rotas todas las fuentes del abismo y las cataratas de los cielos fueron abiertas».
No fue necesario a que sean creados nuevas cantidades de aguas. Las aguas que se encontraban hasta entonces y se encuentran hoy también dentro de nuestra atmósfera y alrededor de nuestro globo, fueron suficientes para ahogar el mundo.
Estas mismas aguas, que Dios ahora las tiene restringidas dentro de límites y dentro de restricciones, y que dentro de estos límites son para nosotros tan prácticas, y útiles, y beneficiosas, estas mismas aguas, cuando el poder infinito de Dios quiso mover estos límites, trajeron el gran catástrofe.
Y así no solo las aguas del cielo, sino también de la tierra los mares y los lagos y los ríos y los depósitos subterráneos de las aguas regresaron para cubrir totalmente la faz de la tierra y se movieron de su lugar para inundar totalmente a todo.
¿Qué pensarías, oh hombre? Cuando Dios lo decide, no puedes encontrar por ninguna parte un lugar para estar de pie. La creación entera está preparada para caer contra el hombre que ha pecado, el momento que Dios da la señal de la catástrofe y de la venganza.
¡Que feroz y terrible espectáculo, debe haber sido el espectaculo del cataclismo! Allá abajo los mares y los lagos y los ríos espumando y zumbando por el tumulto de las olas y del rugido de las aguas impetuosas.
El cielo arriba está tronando y está tirando relámpagos y no solo llueve, sino está tirando agua espesa, incesantemente, agua como la corriente de algun catarata desde la altura del cielo cayendo; agua que no pararía durante cuarenta días enteros y noches.
Las cataratas del cielo abrieron. Es decir grande era el rio por debajo las aguas de la tierra, pero grande era el rio también desde arriba las aguas del cielo.
Tal tormenta de lluvia nunca ha visto el mundo. Sabemos, que la lluvia cae como pequeñas o grandes gotas, pero agua en forma de catarata cayendo desde el cielo ni en nuestros sueños no hemos visto. Y nunca deberíamos verlo.
Esto es entonces; cuando Dios se vuelve contra ti, estas cosas tan útiles se transforman a trampas de perdición y de catástrofe.
¿Hay algo más más útil que el agua? Y sin embargo se vuelve ahora en tumba, en la cual se está ahogando el mundo entero.
Esto es entonces; cuando Dios está contra ti, tanto la tierra como el cielo se vuelven al mismo tiempo contra ti.
¿Cómo vas a poder escapar Su veredicto y Su juicio? ¿Y cómo vas a poder aguantar el peso de Su ira? ¿O quien es capaz estar de pie delante de Dios, cuando Él es iracundo?
Pero esta catástrofe del mundo, la cual se realizó a través del cataclismo de las aguas, constituye un ejemplo y una imagen, con los cuales Dios nos presentó también la otra gran catástrofe, que pasará en el fin del mundo cuando la tierra totalmente se quemará junto con todo sobre ella a través del fuego durante ese dia del Señor el grande y terrible y prominente.
El divino apóstol Pedro relaciona estas dos catástrofes y basado en la primera, que pasó, concluye con certeza que se llevará a cabo también la segunda.
La tierra, dice, estaba recostada sobre las aguas y por aguas fue hecha y fue compuesta. Y estas aguas, que fueron su puntal y el puntal de toda vida, que se movía en ella, se rebelaron un día y lo ahogaron todo que estaba sobre la tierra y dispersaron en ella la muerte. Y así el viejo mundo de esa época «inundado en agua se perdió».
Pero también el mundo de hoy, dice el divino Pedro, el cielo de hoy y la tierra están protegidos del fuego, con el cual serán destruidos, cuando vendrá el terrible día del juicio. Porque la tierra no tiene adentro solo aguas. Tiene también fuego.
El monte Etna, el monte Vesubio y tantos otros volcanes que se abren muchas veces para vomitar ríos fogosos y ardientes, nos están informando oficialmente, que las entrañas y el corazón de la tierra están de fuego.
Y similarmente desde el cielo no solo cae lluvia, sino muchas veces cae también el fuego del relámpago, que provoca grandes catástrofes.
Y cuando por consiguiente vendrá ese dia espantoso, la tierra se encontrará en medio de dos fuegos, como en otras épocas se encontró en medio de dos mares y dos torrentes, se encontrará en medio del fuego, que saldrá de sus entrañas y del fuego, que caerá de los cielos.
Y entonces su purificación será verdadera y definitiva. Y entonces la exterminación de los pecadores será definitivo. La tierra será limpiada como en un horno, se va a limpiar a través del fuego, para ser usada de ahí en adelante como morada eterna de los justos.
La salvación de Noé de las aguas, en las cuales navegó a través del arca, pero no se ahogó, era un tipo, que señaló la salvación de nosotros también Cristianos a través del agua del Santo Bautismo.
Esta interpretación nos da el apóstol Pedro en su primera epístola católica, donde mientras hablaba sobre la tolerancia, que Dios mostró durante esa época, que el arca se estaba construyendo, añade que en este arca pocos, es decir, ocho almas se salvaron a través del agua.
Y añade luego el divino Pedro, que a través del agua también ahora nos salva el antitipo del bautismo; el bautismo, del cual el tipo era la -a través de las aguas- salvación de Noé.
Y de verdad mi lector Dentro del mundo de la corrupción y del pecado Jesús también construyó, de Quien Noé era un tipo y una señal en su tiempo, construyó Su propia arca. Y este arca es Su Iglesia.
Ella también se basa sobre en las aguas, con los cuales Cristo vino para lavar la impureza del pecado y enterrar en ellos el hombre anterior el corrupto y pervertido por el mal.
Y estas aguas es el baño santificado del bautismo, que se usa como una puerta, a través de la cual los salvados entran en este arca de salvación.
Fuera de esta arca hay cataclismo y oscuridad. Cataclismo del pecado; oscuridad del engaño y ignorancia. Fuera de esta arca hay muerte y perdición y ahogamiento y naufragio.
Solo dentro del arca la salvación existe. Solo a través de él podrás escapando el cataclismo del mal a alcanzar el tranquillo y seguro puerto del cielo.
Entra pues tú también, mi Cristiano, como en otras épocas entró Noé también en el arca propia suya. Y obsérvale, como se separa decisivamente de todo, que podría alejarle del arca.
Abandona sus campos y sus casas y sus pertenencias. Abandona a sus conocidos y sus amigos y sus parientes. Lo abandona todo y entra en el arca.
Así mismo tú también abandona, mi hermano, cada vínculo hacia el mundo del pecado y sepárate para siempre de él.
Abandona tus malas costumbres y tus defectos. Abandona tus relaciones astutas y simpatías. Separate de conocidos y de personas que pueden separarte de Cristo. Y entra en el arca.
Seguramente debe haberse entristecido un poco en esa prision ese hombre justo. Él debe haber estado estresado y debe haber vivido la vida de los encarcelados.
Así mismo tú también, oh Cristiano, abandonando el mundo anterior del pecado debes confinarte, recomponerte a ti mismo, a tomar sobre ti la cruz de la autoabnegación y de la obediencia a Cristo y porque debes estar mimado al principio, no podrás a entender de inmediato cuanto dulce y servicial y útil es el yugo del señor, pero estarás deprimido en tus primeros pasos y estarás estresado.
Entra dentro del arca basado en tu fe hacia Cristo y perfeccionándote en el cumplimiento de Su voluntad.
Pégate a Cristo y Él será el arca salvadora también para ti. Pégate a través de tu amor para Él, que se demuestra que es vivo y poderoso a través del cumplimiento de los mandamientos de Cristo, a través de las obras de obediencia hacia Él.
Entra en el arca. Y como Dios en otros tiempos encerró rígidamente Noé ahí dentro y le aseguró, igualmente estarás asegurado tú también ahora. Te vigilará la gracia de su Espíritu, te asegurará a la salvación y a la eterna bienaventuranza.
Entra en el arca ahora, mientras hay tiempo para entrar. Tiene sus puertas abiertas también para ti. Las tiene abiertas ahora. Pero no las tendrá abiertas para siempre frente a ti. Se cerrarán un día.
Y tal vez entonces pedirás que se abran, pero en lugar de otra respuesta escucharás desde adentro esa terrible voz, «no te conozco»; no te conozco.
Entra, porque, si hoy estan abiertas, ¿acaso serán también mañana abiertas? ¿O tal vez estarán cerradas? ¿Y entonces? ¡Pobre de mí!
Volvamos ahora en la historia del cataclismo.
Comenzaron desde arriba las nubes a disolver en lluvia abruptamente y a crear cataratas y rios de agua cayendo desde el cielo rápidamente.
Y en el principio la gente de esta epoca probablemente habían esperado, que era solo una tormenta y que pasaría. Pero la lluvia, la sin precedentes y fuerte lluvia, una verdadera inundación, continuó no solo durante horas, sino para días y noches sin parar. Durante cuarenta enteras días y noches.
Mucha agua por lo tanto desde arriba, pero también agua desde abajo también.
Explosiones y levantamientos en la superficie de la tierra, que hicieron levantarse en varios lugares del mar su fondo y donde estaba muy profundo se volvió superficial, provocaron que de los Océanos y de los mares las aguas a sobresaltar sus limites y a inundar completamente la tierra.
Y por lo tanto el agua se multiplicó, se proliferó, cubrió la tierra, cubrió no solo sus lugares bajos, sino incluso las montañas más altas, sobre las cuales se levantó ¡quince metros enteros!
Y así incluso esas más altas cumbres de montañas se encontraron cubiertas y fueron demostradas de ser bajas y humildes frente a la ira de Dios.
Si, nada es tan alto en comparación con el poder de Dios. Y no hay nada, que Dios no puede humillarlo y derribarlo.
«Y estaba flotando el arca sobre la superficie de las aguas». El agua lo cubrió todo. Y los arboles y los bosques y las montañas y las cumbres de los altos alpes. Solo el arca no la logró cubrir, sino el arca estaba flotando sobre el agua a salvo.
Todo fue enterrado y fue destruido por el agua, y sólo queda el arca. El mismo agua, que destruye todo lo demás, el mismo sostiene el arca y salva aquellos que se encuentran cerrados en ellla.
Y así el mismo agua se vuelve para los demás muerte y catástrofe y para ellos salvación y protección.
Y esto me recuerda, mi lector, la palabra de la verdad, la predicación de la fe, lo cual mientras para los fieles es olor de fragancia que lleva a la vida eterna, para los infieles la misma y no otra predicación es olor de muerte que lleva a la muerte.
La misma palabra de la verdad mientras ilumina a aquellos, oscurece a los demás, y mientras salva los fieles, reprocha aún más a los infieles.
Y estaba flotando el arca sobre el agua». Y por lo tanto, cuanto más alto estaba subiendo el agua, cuanto más se acercaba al cielo el arca.
Y mientras la inundación de las aguas aumentaba, cuanto más el arca estaba subiendo y ascendiendo.
Y esto me recuerda una grande y consoladora verdad; la verdad, de que la tristeza nos levanta hacia el cielo.
Nubes de tristeza, cataclismo de peligros están muchas veces sombreando nuestras vidas. Y nos parece entonces negro y completamente cerrado el cielo. Y pensamos, que estamos aislados y abandonados y totalmente solos.
¡Esto es un error, Cristiano mío! Dios está cerca de ti. Y mientras las aguas de la tristeza se multiplican, cuanto más te estás acercando al Cielo. Y mientras tus sufrimientos se aumentan y tu pacientemente los estás aguantando, cuanto más te acercas a Dios.
Ten paciencia durante el cataclismo de las muchas aguas. Ten paciencia con fe. Y entonces se seguro, que tu arca siempre estará flotando hacia una dirección conducida, es decir, al cielo y el eterno descanso y bienaventuranza.
«Y todo ser viviente murió de los que se movían sobre la tierra». Y he aquí, pues el resultado de ese aguacero y esa enorme inundación. Todo ser vivo murió que se movía sobre la tierra a través de esa inundación y ese cataclismo de las aguas.
Nunca antes había triunfado tanto la muerte desde la época que fue introducido en la tierra, tanto como prevaleció durante esos días terribles.
Y nunca antes fue más vívidamente presentada la imagen de la muerte, como se la describe el divino Juan en su Apocalipsis, sentada sobre un caballo pálido y ser seguido por Hades.
Los pájaros se ahogaron, los animales se ahogaron junto con las bestias salvajes, las serpientes se ahogaron y todos los humanos se ahogaron. Y en general todo lo que tenía aliento de vida todo lo que respiraba y tenía necesidad de aire para poder vivir, y cada animal que se encontraba en la tierra, murieron todos.
«Y Dios eliminó todo ser vivo de la tierra el hombre hasta los animales y las serpientes y los pájaros del cielo y Noah se quedó solo y todos los que estaban con él en el arca».
Así que los humanos murieron, pero también murió todo ser vivo, que estaba viviendo y moviéndo en la tierra.
Sin embargo solo el hombre había pecado y solo él era culpable y infractor. ¿Por qué entonces no debería ser castigado él solo, pero tiene que ser castigado con él el reino entero también de los animales?
Oh hombre, tú que finges que te importa la justicia y tú que, cuando se trata de tu propia persona, no tienes problema por el malintencionado interés propio de cometer no solo uno, sino miles y decenas de miles maldades ¿qué piensas? ¿Crees, que Dios es injusto Él Quién desató la ira?
Si junto con el hombre tomó la ira de Dios los animales también, no olvides, que Dios no les hizo injusticia en nada. Él es el Señor de toda vida, porque al mismo tiempo es Él la única fuente y causa de la vida.
Él los creó. Él los trajo en la vida y les dio la existencia. Él es también el que se la quita ahora.
Quién sería calificado para preguntarle: ¿Qué haces? Y a quien estaría Él obligado a dar una explicación para esta catástrofe ¿Él, Quién no preguntó a nadie ni consultó a nadie, cuándo los creó?
Presta atención sin embargo, Oh hombre, y no te resultará difícil sobre este caso particular a discernir cuanto justo es el Señor y cuánto directos son los juicios Suyos.
Y en efecto; cuando veo esta catástrofe general, esta terrible perdición, me quedo reverentemente asombrado frente a la santidad infinita de Dios, la cual tan poderosamente demuestra su odio contra el pecado.
Dios odia el pecado. Y porque odia el pecado, castiga inexorablemente el hombre pecador, y junto con él castiga también los que le sirven y proveen para él, los animales y bestias inferiores, los cuales él al estar alejado de Dios no los utiliza para la alabanza de Su gloria, sino por la desmoralización mayor de sí mismo.
Y este general catástrofe de humanos y animales presenta el juicio de Dios siendo aún más terrible y la venganza de Su ira más vívida y más espantosa.
Pero me quedo asombrado al mismo tiempo frente a la sabiduría y prudencia de Dios, Quien no solo lo hizo todo sabiamente, pero también sabiamente gobierna el mundo.
Porque si los animales fueron hechos para los humanos, ¿no deberían también ellos multiplicarse en analogía con la multitud de los humanos?
Y ya que ahora la humanidad está disminuyendo y se limite en una sola familia, ¿no es correcto a disminuirse en números y a limitarse los animales también?
De lo contrario correrían el riesgo de que ellos tomarían la soberanía sobre la tierra y no la tendría el hombre. Ellos llenarían la tierra y pronto ellos desplazarían y desvanecerían el hombre de su reino.
Imagina, Noé con sus tres hijos y con las cuatro esposas que llevaban con ellos, cuando saldrían del arca, para encontrarse en una tierra llena de bueyes y de corderos, pero también de leones y de tigres y de numerosas serpientes y de todo tipo de bestias salvajes en manadas dando vueltas a la tierra.
Te pregunto, mi lector, en este caso, ¿sería Noé rey sobre la tierra, como Dios creó el hombre a ser, o sería un esclavo impotente, pasando su vida con miedos constantes y agonías?
¿Y sería fácil para Noé entonces vivir y multiplicarse o lo más probable sería que sufriera lo que no sufrió en el cataclismo? Pues, mi hermano, de hecho y de verdad, «¡que grandes son tus obras, oh Señor; todo con sabiduria lo has hecho!»
Y para poder entender mejor esta verdad y este propósito de la divina providencia, te referiré, mi lector, al capitulo 23 del Éxodo en el versículo 29.
Allí Dios promete a Israel, que los iba a multiplicar en una gran nación y que Él expulsaría de la tierra prometida los Amorreos y los Heveos y los Cananeos y los Hititas.
Y también añade lo siguiente: «No los voy a llevar dentro de un año, para no convertirse la tierra en desierto, y para no multiplicarse mucho las fieras de la tierra».
Él no expulsa, como ves, durante un solo año estas naciones los bárbaros y adoradores de ídolos de esa tierra de la promesa de Dios.
Y no los expulsa por un lado para que la tierra no se asuele, porque los Israelitas no habrían todavía suficientemente multiplicado, y por el otro lado para que no -después de la desolación de la tierra- multipliquen y no se hagan demasiados los animales salvajes en la tierra de la promesa de Dios.
Por lo tanto, Cristiano mío, puedes verlo claramente. Lo que te parece que es ira y maldición de Dios, en realidad es misericordia y compasión.
Similarmente en nuestra vida y para muchas otras cosas nos parece, que Dios sea injusto y como si quisiera nuestro mal y nuestra catástrofe.
¡Oh hombre ciego e insensato! Ten un poco de paciencia y no pasará mucho tiempo y tu también, si no eres distorsionado y fanáticamente ciego, estarás convencido y verás, que la amarga experiencia que Dios te dio esta llena de dulzura, y el áspero e injusto esta lleno del fruto del reposo y justicia.
El cataclismo sepultó en las aguas todo ser humano.
Toda la gente, todos los que se encontraban entonces en vida, todos los habitantes de la tierra, los cuales, si no fueran más, seguro que no serían ni mucho menos de lo que son hoy, todos los hombres y las mujeres y los niños murieron, menos aquellos que estaban en el arca.
Ellos murieron, atrapados de repente y sin esperarlo por el cataclismo.
Murieron, y podemos imaginar el terror y el miedo, que debe haberlos abrumado, cuando estaban viendo desvanecer toda esperanza de salvación de sus vidas y cuando estaban observando las aguas subiendo continuamente y rodeándolos irremediablemente.
No lo esperaban; y esto ahora hace su terror mayor y su agonía mas espantosa, ya que tan abruptamente para ellos viene la catástrofe.
No lo esperaban. El Señor nos asegura, que en la víspera del cataclismo la gente estaban viviendo su vida despreocupados comiendo y bebiendo y divirtiéndose.
Ciegos y sordos a las invitaciones y las advertencias, las cuales a través de la predicación de Noé Dios les estaba enviando, estaban pensando, que estaban a salvo y antes de que se ahogaron en las aguas para morir su cuerpo también, su alma ya había muerto, porque se habian ahogado en la adoración de la carne y en el materialismo.
¡Pero qué sorpresa ahora! Ahora ven con sus ojos, sienten con todos sus sentidos exactamente esa cosa, la cual estaban previamente escuchando por la boca de Noé siendo pre anunciada y no la creyeron.
Esa cosa, que ellos se la burlaban, que consideraban imposible, he aquí ahora, los esta rodeando amenazadoramente y intenta ahogarlos.
¡Oh! sí; sin duda se convencen ahora, que eran tontos y sin sentido, porque no creyeron a las voces y las advertencias de Noé.
Sin duda se arrepienten ahora, pero desafortunadamente para ellos ya es tarde. Ocasión para arrepentimiento no encuentran, aunque con lágrimas ahora deben estar suplicando la misericordia y el perdón.
El tiempo del arrepentimiento ya ha pasado y ahora ha venido el tiempo para la justa retribución y castigo.
Podemos sin embargo imaginar los esfuerzos que muchos deben haber empleado entre esta gente para escapar del terrible peligro, el cual se acercaba continuamente más amenazante y el cual en el final no lograron evitar.
Algunos de ellos deben haber escalado en las cimas de árboles muy altos; otros deben haber escalado en las cimas de montañas altas y por un momento deben haber esperado allí que habían sido liberados de la tortura del terror, que poseía sus corazones.
Pero allí también les llegó finalmente el agua y ellos murieron de peor manera que aquellos, que fueron pillados abruptamente por las inundaciones.
Porque estos últimos murieron, sin siquiera entenderlo. Mientras aquellos que vivian en las tierras altas, antes de que fueran atrapados por el agua, lo ven acercándose despacio-despacio y cuanto más se acerca, cuanto más ellos se asustan más y experimentan la agonía de la muerte incluso antes de que la muerte se apodere de ellos.
Algunos de ellos tal vez se habrían agarrado sobre el arca, la cual estaban viendo, mientras se construía, y se reían de Noé; y otros podrían haber sido capazes a subir a su parte superior y a su techo.
Todo en vano sin embargo. Porque este lugar también no era para nada seguro. Ya sea por hambre, o por el frío, como estarían continuamente golpeados por la lluvia, o porque serían llevados por la oleada de alguna tormenta o por el ímpetu de algún vendaval, y esta gente cayeron muy rápido en los brazos de la muerte.
Otros tal vez habrían confiado a la amistad o el parentesco que tenían con Noé; al conocimiento que tenían con el.
Y deben haberse acercado al arca y deben haber golpeado gritando de agonía, rogando con lágrimas y con gritos quejumbrosos, para que Noé sienta pena por ellos y abrirles a ellos la puerta del arca.
«¿No hemos comido y no hemos bebido juntos? ¿No hemos salido juntos de paseo y no hemos disfrutado juntos? ¿No has venido a nuestra casa y no hemos venido a tu casa? Ábrenos, pues, ahora. Salvanos de este terrible ocasión, de esta terrible catástrofe».
Deben haberle dicho estas, y también otras cosas. Deben haberle dicho palabras amistosas, palabras con amor, palabras con tristeza, y agonía, que deben haber provocado la simpatía y la tristeza y las lagrimas.
Pero ahora es tarde. «¿No os lo he dicho todo este tiempo?» debe haberles respondido Noé.
¿No os lo he dicho esos últimos siete días? ¿Por qué no me escuchasteis? ¿Por qué no me prestasteis atención? Ahora ya es tarde. Dios ha cerrado la puerta del arca y nadie es capaz a abrirla. No puedo en nada ayudaros».
Así es, mi lector, como también será durante esa terrible y espantosa día del juicio, que todo pasará no por el agua esta vez, sino por el fuego y las llamas.
Todos los que no se encontrarán dentro del arca, que es el Jesucristo, serán destruidos para siempre y ninguna salvación no podrá salvarlos.
Algunos tal vez por desesperación deben haber intentado a forzar su entrada en el arca, a abrirla por la fuerza, para entrar adentro por su propia mano.
Sin embargo, no lo consiguieron. Porque el arca estaba hecha por vigas cuadradas y así no sólo a la fuerza de las tormentas podría soportar, ya que no estaba hecha, por débiles listones, y por los hombres tampoco era fácil ser arruinada.
Algunos de ellos además, que pedían con lágrimas a Noé para abrirles, no es improbable que hasta le habían ayudado, cuando estaba construyendo el arca. Podrían haber trabajado en salario otros para cortar madera para él, otros para llevárselo a él, otros para armarlo y para clavarlo.
Y sin embargo no estaban en ese entonces prudentes y sabios para abrir sus oídos y hacer caso a estas palabras que Noé les estaba diciendo. Y ahora se encuentran afuera ellos también.
Y deben estar rogando, pero la puerta está cerrada. Y deben estar recordando a Noé los servicios que le estaban ofreciendo en otros tiempos, pero él debe estar diciéndoles; «No os conozco». No os conozco.
¡Cuantos de nosotros también la sufriremos exactamente como estos miserables! Porque también muchos de nosotros estamos sirviendo a Cristo para construir Su arca, Su Iglesia, que es Su cuerpo.
Le servimos y actuamos Su voluntad con la predicación de su Evangelio, en la liturgia de Sus misterios, en la misión de salvar almas.
Y mientras a duras penas nos colaboramos con Él para que se construya el arca, dentro del cual serán salvados todos los que se encontrarán dentro durante ese dia de la catástrofe, no sería paradójico que nosotros entonces nos quedaríamos afuera.
Le servimos como asalariados, no como Sus siervos sinceros y dedicados. Le servimos por el dinero que recibiremos de ese servicio, por el honor, que nos dará el cargo publico de este servicio.
O le servimos descuidadamente con un fervor que se evapora fácilmente y mientras hablamos bien y tal vez muy bien para los demás, no estamos hablando al mismo tiempo para nosotros mismos.
Y el resultado será, que otros pueden ser salvados por nuestros discursos y a través de nuestro ministerio y nuestra liturgia a entrar adentro del arca de la salvación; mientras nosotros no es dificil quedarnos afuera.
Y durante esa espantosa día del juicio no es imposible escuchar nuestra queja injusta hacia Dios y Señor y gobernador y cabeza del arca, cuando le estaremos diciendo:
«Señor, en Tu nombre no hemos profetizado?» Y Él nos estará respondiendo: «No os conozco». «No todos que me dicen, Señor, Señor, entrará en la vida...»
¡Ay! mi lector; si estas lineas, que estas leyendo, están encontrando algún favor en tus ojos, no te olvides también a aquel que las escribe.
Y reza a Dios para que este pobre no se encuentra durante ese dia terrible en esa posición difícil que te describimos arriba, y que jamás escuche de la boca del Señor la terrible palabra; «No os conozco».
Vamos a parar ahora por un momento, mi hermano. Y vamos a echar a través de nuestra fantasía una vista sobre la terrible catástrofe.
Imaginemos esa terrible imagen de la tierra cubierta de agua, para que no vieras nada más que un mar infinito sobre ella, sin que se vea por ningún lado ningun fin de ese mar, ni cualquier islita en este mar.
Solo cadáveres de gente y animales y pájaros y serpientes flotantes, como si fueran muchos botes pequeños sobre estos anchos y ilimitadas aguas.
Cuarenta dias y noches necesitó el cielo para soltar estas aguas. Y ciento cincuenta días, es decir, más o menos, medio año la tierra permanece cubierta con estas aguas.
Observa por lo tanto esta terrible catástrofe, Cristiano mío y piensa. Piensa, que cosa más terrible es que alguien caiga en las manos del gran Dios. «Es terrible caer en las manos del Dios vivo».
Piensa, que cosa mala es cuando alguien se aleja de Dios y persista en el pecado. No es posible, tarde o temprano, el pecado creará para el pecador su catástrofe.
Ya que Dios odia y aborrece el pecado, ya que Dios es un Dios vivo y no un Dios muerto, esto ciertamente sucederá; la catástrofe de los pecadores es inevitable y determinada.
Presta atención, hermano pecador como yo. Presta atención al ejemplo de nuestros antepasados para encontrar enseñanzas salvatorias y beneficiosas para el alma.
Presta atención para no padecer como padecieron ellos, y sin esperarlo encontrarte también rodeado por las olas de la misma ira de Dios, que exterminó también a ellos.
Fin del capítulo 4