Un día que Antonio había salido, y todos los monjes se le acercaron y le estaban suplicando para escuchar por él algunas palabras espirituales el les dijo las siguientes en el idioma egipcio; Las Sagradas Escrituras son suficientes para la enseñanza, pero es bueno si nosotros también nos animamos unos a otros en la fe, y nos acicalamos con conversaciones espirituales.
Y vosotros por lo tanto, como mis hijos espirituales que sois, plantead cualquier pregunta que tengáis a vuestro padre espiritual; y yo, siendo mayor de edad, os hablaré de lo que conozco y por la experiencia que tengo.
Y en primer lugar, vamos todos a tener la misma preocupación común, es decir, ya que hemos empezado vivir la vida ascética, no nos vamos a volver a la vida secular otra vez, y no permitamos que nuestro espíritu se doblegue por las penalidades, y nunca digamos; ya hemos vivido demasiado tiempo en la vida ascética.
Sino más bien, aumentemos nuestra voluntad aún más, como si empezáramos todos los días por primera vez. Para toda la vida del hombre es mínima, si se compara con las edades futuras por venir, y en consecuencia, todo el tiempo de nuestra vida es cero comparado con la vida eterna.
Y mientras cada cosa en el mundo se vende por lo que vale y se intercambia por cosas de igual valor, la promesa de la vida eterna, sin embargo, se compra a un precio bajísimo.
Pues está escrito; «Todos los días de nuestra vida suelen ascender a los setenta años, y si alguien tiene una constitución fuerte incluso podría vivir hasta los ochenta, aunque la mayoría de ellos son trabajo y dolor».
Así que si vivimos ascéticamente durante todos estos ochenta o incluso cien años, no reinaremos estos cien años solamente, sino, en vez de cien, reinaremos por los siglos de los siglos;
y aunque hemos luchado en la tierra, no heredaremos nada aquí en la tierra, pero vamos a disfrutar las promesas en el cielo. Además de eso, aunque dejemos aquí por la tierra este cuerpo perecedero, lo recibiremos incorruptible en el cielo.
Así pues, hijos, no perdamos el coraje, ni creamos que hemos quedado en ascesis durante ya demasiado tiempo, o que hemos logrado algo grande. «Porque los sufrimientos del mundo presente no valen para nada, comparandolos con la gloria que se nos va a revelar».
Y tampoco debemos mirar al mundo y pensar que hemos renunciado grandes cosas. Porque aun la tierra entera es muy pequeña en comparación con todo el cielo.
Así que aunque nos sucediera ser los gobernantes de toda la tierra y aunque la renunciáramos entera, ni siquiera eso valdría, en comparación con el reino de los cielos.
Porque, como alguien podría despreciar un dracma de cobre para ganar cien de oro, así quien es dueño de toda la tierra y renuncia a ella, él en realidad renuncia a una pequeña cosa y recibe cien veces más.
Y puesto que, ni toda la tierra vale nada comparada con los cielos, entonces el que abandona unas pocas aruras de tierra, se puede decir que no pierde nada, y aunque si dejara una casa o considerable cantidad de oro, realmente no debería jactarse de ello, o empezar a ser indiferente sobre asuntos espirituales, como si ya hubiera logrado algo importante.
Después de todo, tenemos que considerar que, si no dejamos todos estos por nuestra virtud, luego cuando morimos, los dejaremos, no raramente, incluso a las personas que no nos gustaria dejar nada, como recuerda el Eclesiastés. ¿Por qué entonces no deberíamos renunciarlos por el bien de la virtud, con el fin de heredar el reino de los cielos?
Por esto, ninguno de nosotros debería desear adquirir cosas materiales. Porque que beneficio tenemos en adquirir cosas, que no podemos llevar con nosotros?
¿Por qué no adquirimos mejor aquellas cosas que podemos llevarlos con nosotros, es decir, la prudencia, la justicia, la templanza, la valentía, la inteligencia, la caridad, el amor hacia los pobres, la fe en Cristo, la libertad de la ira, y la hospitalidad?
Si adquirimos estas virtudes, los encontraremos frente a nosotros allá, en la otra vida, en donde habrán precedido, para preparar hospitalidad para nosotros en la tierra de los mansos.
Con tales pensamientos también, por lo tanto, que se convenza cada uno de nosotros a no mostrar negligencia; y especialmente, si considera, que es siervo del Señor, y en consecuencia tiene el deber de servir al Déspota.
Como, pues, el esclavo nunca se atrevería a decir, «Porque trabajé ayer, hoy no trabajo», ni jamas deja de trabajar durante los próximos días, porque calculó cuánto tiempo había pasado desde que empezó a trabajar, sino por el contrario, muestra la misma disposición todos los dias para complacer a su amo, y no correr el riesgo de ser castigado, como el Evangelio dice;
así que sigamos insistiendo todos los días en ascesis, sabiendo que aunque un día solo mostramos negligencia, Dios no nos perdonará, porque tuvimos un buen pasado, sino se indignará contra nosotros por la negligencia que mostramos. Lo mismo hemos escuchado en el libro de Ezequiel. Así también Judas Iscariote, por una noche, perdió las fatigas de los últimos años.
Dediquémonos, pues, a la vida ascética y no mostremos indiferencia, porque en esta lucha espiritual también tenemos al Señor en nuestra ayuda, como esta escrito; «Con todo él que elige el bien Dios coopera en el bien».
Y para que no estemos negligentes e indiferentes, es bueno estudiar el dicho del Apóstol Pablo, que dice «Muero cada día». Si por lo tanto, también vivimos como si fuéramos a morir en cada día, entonces no pecaremos.
Pero este dicho del apóstol también tiene el siguiente significado. Todas las mañanas que nos levantamos del sueño, deberíamos creer que no vamos a permanecer vivos hasta la noche, y de nuevo cuando nos vamos a dormir, deberíamos creer que no nos vamos a levantar, porque nuestra vida es incierta y cada uno de nuestros días está contada por la Providencia Divina.
Si así pues nos sentimos y de esta manera vivimos todos los dias, entonces ni pecaremos, ni desearemos nada, ni nos enojaremos con nadie, ni atesoraremos sobre la tierra; pero, como anticiparemos que todos los días podríamos morir, no perseguiremos la adquisicion de bienes materiales y lo perdonaremos todo a todos.
Y no permitiremos permanecer dentro de nosotros ni el deseo para la mujer ni ningún otro placer impuro, sino lo rechazaremos, como algo transitorio que no merece nuestra atención; y esto porque la santa agonía nos poseerá siempre y esperaremos con ansias al día del Juicio.
Porque siempre el mayor miedo del infierno y la lucha contra las tentaciones, destruye el suave encanto del placer y restaura el alma que se desvía en su buen camino.
Así que, como ya hemos comenzado caminar por la senda de la virtud, sigamos avanzando a lo que está por delante, y que nadie vuelva la cabeza hacia atrás como la mujer de Lot;
sobre todo porque el Señor ha dicho; «Nadie que pone su mano en el arado y se vuelve a mirar hacia atrás es apto para el Reino de los cielos». Porque cuando alguien vuelve su mirada hacia atrás no significa nada más, aparte de que ha cambiado de opinión y ha vuelto a tener un espíritu mundano.
Y no tengáis miedo al oír hablar de la virtud, ni os sorprenda su nombre. Porque la virtud no está lejos de nosotros, ni se consigue fuera de nosotros mismos, pero el trabajo de la virtud se encuentra dentro de nosotros, y es una cosa fácil, basta solo con quererlo.
Y ya veis que los adoradores de ídolos para aprender las letras emigran a paises extranjeros y atraviesan los mares. Nosotros sin embargo no necesitamos trasladarnos a países extranjeros para adquirir el reino de los cielos, ni cruzar el mar por el bien de la virtud.
Porque el Señor nos anticipó y dijo; «El reino de los cielos está dentro de nosotros». Por lo tanto, lo unico que la virtud necesita es nuestra voluntad. Y eso, claro, porque esta dentro de nosotros y se realiza de nosotros mismos.
Porque la virtud se adquiere, cuando el alma por naturaleza desea las cosas espirituales. Y el alma desea las cosas espirituales por naturaleza, cuando se conserva como fue creada por el Creador, y fue creada hermosa y recta en gran manera.
Por eso Josué, hijo de Navé, cuando daba ordenes al pueblo, decía; «Volved vuestros corazones hacia el Señor Dios de Israel». Y Juan el Bautista decía; «Enderezad vuestras sendas».
Porque esta es la espiritualidad natural del alma, es decir, ser recta, exactamente como estaba cuando fue creada. Pero cuando se desvía de su destino, y se aleja de su condición natural, entonces esta perversión se llama malicia del alma.
Así que, la cosa no es tan dificil. Porque, si nos quedamos como Dios nos creó, entonces vivimos en la virtud; pero si pensamos cosas perversas, entonces nos clasificamos entre los malos y seremos juzgados como malos.
Si la virtud fuera algo que deberíamos conseguirlo desde fuera de nosotros, entonces las cosas serían difíciles. Pero ahora que está dentro de nosotros, protejámonos a nosotros mismos de pensamientos impuros, y como si hubiéramos recibido nuestra alma como un depósito, conservémosla cerca del Señor, para que Él reconozca que Su creación se conserva exactamente como Él lo creó.
Y luchemos para que la ira no nos gobierne tiránicamente ni que nuestros deseos nos dominen. Porque está escrito que «La ira del hombre no evoca la justicia de Dios». y que «cuando el deseo se concibe dentro de nosotros, da a luz el pecado, y el pecado, una vez consumado, trae la muerte».
Viviendo, pues, de esta manera, en la vida ascética, estemos vigilantes y, como está escrito, «Con toda precaución y vigilancia protejamos nuestros corazones».
Porque tenemos terribles y astutos enemigos, los malvados demonios; y contra éstos tenemos que luchar, como dijo el santo Apóstol; «No contra la carne ni la sangre, sino contra los Principados y contra las Potestades, contra los Dominadores de este presente mundo tenebroso, a los malos espíritus, con los bienes celestiales como premio».
Innumerable entonces es la multitud de los demonios que existen en el aire que nos rodea y no están lejos de nosotros y su variedad es muy grande. Y en cuanto a su naturaleza se refiere y sus variedades, podría haber una larga discusión, pero nuestro propósito ahora aquí es narrar otras cosas, más grandes. Lo que nos apremia por ahora y es necesario que lo sepamos, son los planes malvados que traman contra nosotros.
Y al principio conozcamos esto, es decir, aunque los demonios se llaman así, inicialmente no fueron creados así porque Dios no creó nada malo;
así que mientras fueron creados buenos, cayeron de la sabiduría celeste, y desde entonces andan rodando alrededor de la tierra; y mientras a los griegos los engañaron con sus fantasías mitológicas, para nosotros cristianos, porque nos tienen envidia, lo mueven todo contra nosotros, con el fin de impedir nuestro ascenso a los cielos, para que no nos subamos allá de donde ellos cayeron.
Por esta razón, necesitamos mucha oración y ascesis, de modo que cada uno de nosotros, recibiendo por el Espíritu Santo el don de la discriminación de los espíritus, poder conocer sus trucos. Es decir, cuáles de ellos son menos malvados, quienes son mas malvados, cual es el empeño, en la cual cada uno muestra su actividad, y cómo cada uno de ellos puede ser volcado y expulsado.
Porque muchas son sus maquinaciones así como los movimientos de su enemistad contra nosotros. El bendito Apóstol Pablo y sus discípulos habían aprendido estos trucos cuando decían; «No ignoramos sus planes»; nosotros sin embargo, debemos corregir uno al otro a través de la experiencia que tenemos de ellos. Por esta razón, por lo tanto, porque yo también tengo algo de experiencia acerca de los malos espíritus, ahora os la presento porque sois mis hijos espirituales.
Si los demonios entonces ven a todos los cristianos, y especialmente los monjes, a trabajar con empeño y a progresar, al principio intentan provocar tentaciones, colocando trampas por el camino. Tales trampas diabólicas son los pensamientos impuros.
Pero nosotros los cristianos, no debemos temer sus sumisiones insidiosas. Porque con oraciones y ayunos y con fe en el Señor, los demonios son inmediatamente derrotados. Pero incluso cuando son derrotados, no se detienen nunca pero vienen de nuevo con astucia y engaño.
Porque cuando no consiguen engañar abiertamente al corazón con impuros pensamientos hedonistas, atacan de nuevo de otra manera. Crean fantasmas en la mente y tratan de intimidarnos, transformándose e imitando mujeres o bestias o reptiles o cuerpos enormes y multitudes de soldados.
Pero no debemos tener miedo tampoco con estos fantasmas suyos. Porque no solo no son nada sino que desaparecen rápido, sobre todo si cada uno se fortifica con la fe y la señal de la Cruz.
Son atrevidos y muy descarados, porque aunque sean vencidos de una manera ellos vuelven a atacar de otra manera. Y pretenden profetizar y que predicen cosas que van a pasar en el futuro, y aparecen tan altos como el techo y con sus espaldas anchas, para que aquellos que no pudieron engañar con los pensamientos, lograr seducirlos por medio de tales fantasmas.
Si, sin embargo, encuentran el alma firme en la fe y una mentalidad de esperanza, entonces finalmente buscan la ayuda de su líder.
Y Antonio decía, que los demonios suelen aparecer como el Señor reveló el diablo a Job, diciendo;
«Sus ojos brillan como la estrella de la mañana. Desde su boca estan saliendo lámparas encendidas y se esparcen cajas de fuego. De su nariz sale el humo como de una chimenea encendida con fuego de carbones. Su alma es como carbones encendidos y desde su boca salen llamas».
Apareciendo de esta manera el señor de los demonios, intimida, ese astuto, como dije antes, y suelta de su boca grandes palabras jactanciosas, como el Señor le reveló diciéndole otra vez a Job; «Él considera el hierro como paja y el bronce como frágil leño».
«Y considera el mar como su pequeña vasija de perfumes, que tiene el tártaro del abismo bajo su potestad como un prisionero; y el abismo mismo lo cuenta como su propio paseo». Y como el Señor nos reveló por medio del profeta; «Dijo el enemigo: perseguiré al hombre y lo alcanzaré».
Y con un otro profeta el Señor nos revela, cómo se jacta el diablo, diciendo; «Tomaré con mi mano el mundo entero, tan fácilmente, como alguien tome el nido de un pájaro, y lo levantaré como alguien levanta los huevos abandonados».
Y en general, con tales argumentos los demonios se jactan, y tales cosas prometen tratando de defraudar los piadosos. Pero nosotros creyentes no debemos temer las fantasias del diablo ni prestar atención a sus voces, porque esta mintiendo y nunca dice nada veraz.
Y aunque se jacta tanto y se vuelve mas insolente, fue atrapado sin embargo, como una serpiente gigante, con un gancho por el Salvador, y como una bestia, el Señor le ha puesto frenos alrededor del hocico, y como un fugitivo le ató con un anillo las narices y le atravesó los labios con un gancho.
Y el Señor le ató por lo tanto como un gorrioncito, para que nos burlemos de él; y es tirado a la tierra, él y sus demonios, para ser pisoteados por nosotros Cristianos, como las serpientes y los escorpiones.
Y la evidencia de esta debilidad suya, es que aquí y ahora llevamos nuestras vidas en oposición a él. Porque el que proclamaba que haría el mar desaparecer y se haría dueño del mundo, he aquí ahora, no puede impedir vuestro ascetismo, ni a mi que voy hablando contra él.
No hagamos caso, pues, en lo que sea que diga, porque miente, ni tengamos miedo por sus fantasmas, porque estos también son falsos. Por lo que se ve con estos trucos suyos, no es luz de verdad, sino probablemente sean los preámbulos y la prefiguración del fuego en el infierno que ha sido preparado para ellos; y con el mismo fuego en que se van a quemar, con eso tratan de asustar la gente.
Y estos fantasmas se presentan pero en el mismo momento vuelven a desaparecer sin dañar a ninguno de los creyentes, llevando, sin embargo, una representación completa de fuego que los recibirá en el futuro. Así que no deberíamos tenerles miedo, ni en estos casos tampoco, porque, por la gracia de Cristo, todos sus trucos malvados no cuentan para nada.
Pero, también son engañosos y listos para ser cambiados y ser transformados en todo. Muchas veces entonces, mientras están escondidos, pretenden cantar melodiosamente, y recitan palabras de la Sagrada Biblia.
Y algunas veces, cuando leemos, ellos inmediatamente repiten, muchas veces como un eco, lo que se ha leído. Otras veces, nos despiertan para oraciones cuando dormimos. Y lo hacen esto todo el tiempo, entonces casi no nos dejan ni siquiera dormir.
Y otras veces, se transforman en monjes y pretenden hablar como piadosos, para engañarnos con su semejanza a nuestra forma monástica, y luego llevar adonde quieren aquellos que logran engañar.
Pero no debemos hacerles caso, aunque nos despierten para orar, o si nos aconsejan a no comer nada, o si están fingiendo que nos acusan y se ríen de nosotros sobre cosas, en que una vez fueron cómplices vuestros.
Porque ellos no hacen estas cosas por piedad o por amor a la verdad, sino para llevar a la desesperación los caracteres rectos y a reclamar que la vida ascética es inútil, y hacer que la gente la aborrezcan, porque al parecer la vida monástica es muy onerosa y opresiva, y para obstruir los que viven su vida contra ellos.
Además, el profeta Habacuc, que fue enviado por el Señor, estaba regañando a los demonios, diciendo; «¡Ay del que ofrece a su prójimo vino embriagador y luego disfruta su humillación! Porque tales prácticas y pensamientos están alejando a la gente de la senda de la virtud.
Pero también el Señor mismo estaba silenciando a los demonios y les impedía hablar incluso cuando decían la verdad, porque en verdad lo decian; «Tú eres el Hijo de Dios»; y les impedía hablar, no sea que, alguna vez, junto con la verdad, siembren al mismo tiempo su malicia también, y para acostumbrarnos a no hacerles caso nunca, aunque parezcan que dicen la verdad.
Porque mientras tenemos las Sagradas Escrituras y el libre albedrío que nos fue dada por el Salvador, es inapropiado que seamos enseñados por el diablo, quien no guardó su propia posición sino persiguió otras cosas. Por eso, aun cuando él dice palabras de las Escrituras Dios se lo impide diciendo; «Y dijo Dios al pecador, ¿Por qué declaras mis mandamientos y pones mi testamento en tu boca?»
Porque, para engañar los personajes auténticos, estan usando todos los caminos, es decir, también gritan y hacen ruido y pretenden y causan conmoción.
También hacen sonidos de golpes y se ríen tontamente y silban. No obstante, si alguien no les presta atención, entonces lloran y se lamentan como derrotados.
El Señor, pues, como Dios estaba silenciando a los demonios; y nosotros, sin embargo, que hemos aprendido mucho por el ejemplo de los santos, debemos obrar de acuerdo con ellos e imitar su coraje. Porque cuando estaban viendo las obras de los demonios, estaban diciendo; «Mientras el pecador estaba ante mí, cerré mis oídos y me humillé y guardé silencio absoluto incluso ante palabras o hechos de bien».
Y otra vez; «Y yo, como si fuera sordo, no escuchaba sus palabras y como si fuera mudo, no abriría la boca para responder. Y me volví como un hombre que no escucha».
Y nosotros, por tanto, no les hagamos caso ni obedecerlos, porque son completamente extraños para nosotros, incluso cuando nos despiertan para rezar, o incluso cuando nos hablan sobre el ayuno; sino mas bien pongamos más atención a nuestro propio celo para la vida ascética y no nos dejemos engañar por ellos que todo lo hacen con engaño.
Tampoco debemos tenerles miedo, incluso si parecen pue nos estan atacando o incluso si nos amenazan de muerte; porque son débiles y no pueden hacer nada aparte de intimidar.
Ya os he hablado acerca del diablo en breve; Pero de nuevo, no me aburriré de hablaros con más detalle por lo que concierne a los demonios; porque el recuerdo de las palabras es para el beneficio de vuestra seguridad espiritual.
Cuando el Señor vino a la tierra el enemigo cayó y sus poderes se debilitaron. Por eso, ciertamente, no puede hacer nada, sin embargo, como un tirano que es, aunque se ha caído, el no se calma, sino sigue amenazando, aunque solo con palabras. Cada uno de vosotros, entonces, puede pensar en esto también y podrá despreciar a los demonios.
Así que, si ellos también tenían cuerpos como el nuestro pudieran decir que los humanos se esconden y no los encontramos, pero cuando los encontramos les hacemos daño. Así, también podríamos escondernos, para que no nos encuentren, porque les cerraríamos las puertas.
Pero ya que los demonios no tienen un cuerpo material, pueden entrar incluso con las puertas cerradas y están presentes por todas partes en el aire, tanto ellos como su líder el diablo. Son siempre malintencionados y están listos para hacer daño, y, como dijo el Salvador, el diablo, el padre del mal, es homicida desde el principio.
Pero nosotros vivimos espiritualmente conforme a los caminos de Cristo y estamos luchando contra ellos cada vez más. Porque es evidente que no tienen ningún poder, aunque ningún lugar en particular les impide conspirar contra nosotros, ni nos ven como sus amigos para mostrarnos misericordia, ni aman lo bueno para corregirse sino en cambio son malvados; y nada más les interesa más que hacer daño los que aman la virtud y dan culto a Dios.
Y como no tienen poder, por eso no hacen nada, aparte de solo amenazar. Porque, si tuvieran poder no tardarían, sino de inmediato actuarian el mal, porque siempre están predispuestos al mal y especialmente contra nosotros.
He aquí entonces ahora, nos hemos reunido aquí y hablamos contra ellos, y ellos saben que, mientras nosotros avanzamos espiritualmente, ellos se vuelven más débiles aún. Así que si tuvieran poder no dejarían ninguno de nosotros cristianos vivir. «Porque el culto a Dios causa repugnancia al pecador».
Y porqué no tienen ningun poder, por esta razon se hieren a sí mismos en cambio; porque no pueden hacer nada de lo que amenazan.
Además, para no tener miedo de ellos también debemos pensar en lo siguiente; Es decir, si tuvieran poder, no vendrían como una multitud, ni crearían fantasías, ni se transformarían para llevar a cabo sus objetivos;
en cambio sería suficiente que venga un solo demonio, para hacernos lo que pueda y lo que quiera; mucho más porque, el que tiene el poder, no mata con fantasmas ni amenaza con las multitudes, sino inmediatamente cuando quiera ejerce su autoridad.
Pero, como los demonios no pueden hacer nada, juegan como actores en un escenario, cambiando sus formas y asustando a los niños pequeños, con la fantasía de su multitud y sus transformaciones; es decir, con cosas para las cuales más bien deberíamos despreciarlos, por ser débiles.
Al contrario, el verdadero ángel a quien envió el Señor contra los Asirios, no tuvo necesidad de multitudes, ni de apariciones imaginarias, ni de golpes y chasquidos, sino con calma y en silencio hizo uso de su autoridad y enseguida mató ciento ochenta y cinco mil.
Los demonios débiles, sin embargo, tales como son, no pueden hacer nada, aunque lo intenten intimidar a la gente con sus fantasmas.
Si alguien piensa los sufrimientos de Job y se pregunte; ¿Por qué, pues, cuando el diablo salió de su presencia delante de Dios, hizo todas estas cosas contra él? y le despojó de sus pertenencias, y mató a sus hijos, y él también le golpeó con herida terrible y dolorosa?
Que sepa, pues, el que pregunte, que el poderoso no era el diablo, sino Dios, Quien le entregó a Job con el fin de ser probada su fe y su paciencia. Y porque por su cuenta no tenia el poder para hacer nada, le pidió el permiso a Dios y, tan pronto como lo recibió, hizo lo que hizo contra Job.
Así que por esto también es el enemigo aún más reprensible, porque, aunque quería, sin embargo, no prevaleció ni siquiera contra un solo justo; Porque, si tuviera poder, no pediria permiso; y porque pidió permiso, no una vez, sino también por segunda, por eso se ve débil y que no puede hacer nada.
Y no es nada extraño el hecho de que no logró nada contra Job, ya que por supuesto, no habría destrucción ni siquiera contra sus animales, si Dios no lo permitiera;
pero, el diablo no tiene poder ni contra los puercos; Porque, como dice el Evangelio, los demonios rogaban al Señor, diciendo; «Permítenos ir a la piara de los cerdos». Si, por lo tanto, no tienen autoridad ni a los cerdos, mucho más no tienen poder sobre la gente, pue están hechos a imagen de Dios.
Sólo a Dios, entonces, deberíamos temer mientras a ellos deberíamos despreciarlos y no tenerles miedo en absoluto. Por el contrario, cuanto más ellos hacen estas cosas, tanto más aumentemos nuestra ascesis contra ellos. Porque nuestra gran arma contra ellos es la vida ortodoxa y la fe en Dios.
Los demonios realmente temen el ayuno de los ascetas, las vigilias, las oraciones, la mansedumbre, el carácter pacífico, el desinterés por el dinero, la falta de vanidad, la humildad, el amor a los pobres, las limosnas, la ausencia de ira y sobre todo la veneración hacia Cristo.
Entonces por eso hacen de todo, para que no haya gente que pisotearán sobre ellos. Porque conocen bien la divina gracia que fue dada a los fieles contra ellos del Salvador, que dice; «He aquí, os he dado autoridad para pisar serpientes y escorpiones y sobre todo el poder del enemigo».
Si por lo tanto pretenden que tienen la capacidad para predecir el futuro, que nadie les haga caso. Porque a menudo, de antemano, nos anuncian los nombres de los hermanos quienes unos días después nos van a encontrar. Y luego ellos realmente vienen.
Los demonios hacen esto sin embargo, no porque les importa para los que los escuchan, sino para persuadirlos a confiar en ellos como profetas y después que los habrán puesto bajo control entonces destruirlos. Por lo tanto, no deberíamos prestarles atención, pero, también cuando predicen algo, no deberíamos admitirlos porque no los necesitamos.
Porque, ¿que es tan raro, si, ellos teniendo cuerpos mas ligeros que la gente, ven a los que han comenzado para venir a nosotros y corriendo más rápido se los pasan por la calle y vienen antes y nos avisan? De la misma manera, un jinete también puede predecir, adelantando a los que van a pie.
Así que no deberíamos admirarlos tampoco por eso. Porque no saben de antemano nada de las cosas que todavía no se hayan pasado. Dios es el único que sabe todas las cosas, antes de que sucedan.
Pero ellos adelanten como ladrones y anuncian lo que ven. ¡A cuantos, me pregunto, están anunciando en este mismo momento que hemos juntado aquí y estamos hablando contra ellos, antes de que alguno de nosotros parta para contarlo! Pero esto, incluso un niño que corre rápido puede hacerlo, si alcanza a alguien que se ha quedado atrás
Esto es lo que quiero decir. Si alguien está a punto de empezar a caminar desde la Tebaida o desde algún otro lugar, antes de que empiece a caminar los demonios no saben si finalmente completará la caminata.
Pero en cuanto le ven avanzando, corren adelante y, antes de que él llegue, anuncian su venida. Y después de unos días ellos de hecho están viniendo. Muy a menudo sin embargo, los viajeros dan la vuelta y los demonios son refutados.
De la misma manera ellos también charlan sobre el agua del río Nilo; porque tan pronto como ven numerosas lluvias cayendo en las regiones de Etiopía, y, sabiendo que debido a esas lluvias se produce la crecida del río, se adelantan y lo dicen antes de que el agua llegue a Egipto. Esto sin embargo, también la gente podría haberlo dicho, si pudieran correr como ellos.
Y como el centinela de David, subiendo a un lugar alto y poniendo allí su guardia, podía ver a alguien venir antes que cualquier otro centinela que permanecía en una vigilancia baja, y adelantando, anunciaría antes que los otros vigilantes no las cosas que aún no han pasado, sino los que ya estaban en desarrollo y estaban sucediendo.
Como el centinela de David, por lo tanto, del mismo modo los demonios también prefieren cansarse para notificar a los demás, pero solo para engañarlos.
Pero si la Providencia de Dios, mientras tanto, decide algo diferente, sobre las aguas o sobre los viajeros, porque El tiene este poder, entonces los demonios resultan mentirosos y los que les habían creído se habrían dejado engañar.
De esta manera, los oráculos de los griegos habían sido fundados y de esta manera la gente en el pasado fueron descarriadas por los demonios, pero también de esta manera más tarde la falacia ha terminado. Porque vino el Señor, Quien, destruyó los demonios junto con su astucia.
Porque, por su cuenta, ellos no saben nada, sino, como los ladrones, solo proyectan lo que ven en otros, y más bien observan y concluyen que sepan de antemano. Por lo tanto, aunque a veces digan algo de verdad, incluso entonces nadie debería admirarlos.
Porque también los médicos, por la experiencia que tienen sobre las enfermedades, cuando observan la misma enfermedad en varios personas, a menudo predicen su evolución, porque por experiencia reflejan y saquen conclusiones.
Pero también los capitanes de las naves y los agricultores también, hacen lo mismo. Observando por costumbre las condiciones climáticas, predicen si va a venir el invierno o si hará buen tiempo. Y por eso, nadie puede decir, que ellos predicen por inspiración divina, sino por experiencia y costumbre.
Así que si a veces los demonios también, pensando así dicen las mismas cosas, que nadie los admire por esto, ni hacerles caso. Porque, de que les sirve a los que los escuchan el hecho de saber unos dias antes las cosas que están por suceder?
O ¿cuál es la urgente necesidad de que alguien sepa estos de antemano incluso si de hecho puede realmente conocerlos? Porque el saber de antemano no es una de esas cosas que promueven la virtud ni es señal de buena moral.
Porque, ninguno de nosotros no será juzgado porque no sabía el futuro, y ninguno de nosotros es bendecido porque había sido informado al respecto y lo sabía, pero cada uno de nosotros será juzgado sobre si guardó la fe y sobre si guardó los mandamientos con precisión.
Por lo tanto, no debemos dar gran importancia en estas cosas, ni vivir la vida ascética y esforzarnos solo para recibir el don de la predicción, sino para agradar a Dios con nuestra vida justa.
Y debemos rezar, no para recibir el don de la predicción, ni debemos pedir este don como recompensa por la vida ascética que llevamos, sino para que el Señor se haga socio nuestro en la victoria contra el diablo.
Y si alguna vez nos interesa a saber algo de antemano, mantengamos nuestras mentes limpias. Porque yo creo, que el alma que se mantiene pura de todos los malos pensamientos y permanece tal como Dios la creó, esta alma puede llegar a ser perspicaz, y ver más cosas y más lejos que los demonios, porque tendrá al Señor Quién le revelará todo a ella.
Tal era el alma del profeta Eliseo, que podría prever todo lo que Guejazí estaba pensando hacer y también podía ver los poderes que estaban a su lado.
Entonces, cuando los demonios os visitan por la noche y quieren deciros el futuro o dicen; «Somos ángeles», no les hagáis caso porque mienten.
Y si elogian vuestra vida ascética y os bendicen, no les obedecéis ni pretendéis prestarles atención; pero más bien deberíais sellar con la señal de la Cruz vosotros y vuestra casa y rezar, y los veréis desaparecer.
Porque son realmente cobardes y tienen mucho miedo a la señal de la Cruz del Señor, porque por supuesto nuestro Salvador, después de despojarlos con su Cruz, hizo para nosotros un ejemplo de ellos.
Sin embargo, si insisten en molestaros cada vez con más insolencia con bailes obscenos y burlones y haciéndose pasar por varias figuras imaginarias, ni os acobardáis ni les teméis, ni prestarles atención considerándolos buenos. Porque es fácil y posible a distinguir la presencia de los buenos o de los malos espíritus porque Dios nos da este don.
La aparición de los espíritus santos no da miedo. Porque durante su aparición nadie disputará, ni gritará, ni oirá nadie su voz. La aparición de los espíritus santos sucede tranquilamente y mansamente, para que enseguida se produzca alegría y júbilo y coraje dentro del alma que tiene la aparición. Porque el Señor está con ellos, que es gozo para nosotros, y fuerza para el Dios Padre.
Y los pensamientos que la divina aparición trae al alma son imperturbables y plácidos, para que, cuando el alma se ilumine por la santa aparición, a poder ver y percibir los santos o los angeles que aparecen ante ella. Porque, junto con la aparición, entra en el alma el divino deseo también para los bienes futuros, hasta el punto de que el alma se desea aferrarme a ellos, y si fuera posible, de dejar la tierra con ellos.
Y si acaso algunos, como seres humanos que son, se asustan por la aparición de los buenos espíritus, los santos que aparecen les quitan enseguida el miedo a través de su amor, como hizo Gabriel a Zacarías, y el ángel en el sepulcro del Señor que se apareció a las mujeres, así como el ángel que, según el Evangelio, decía a los pastores; «No teméis». Porque su miedo no fue por cobardía del alma, sino por la conciencia de la presencia de espíritus superiores. Tal es, pues, la apariencia de los espíritus santos.
Por el contrario, la invasión y la apariencia imaginaria de los espíritus malos, es turbulenta, con golpes y sonidos y gritos, como también sería la invasión de niños maleducados y de ladrones.
Directamente con la aparición de los malos espíritus, se crea cobardía en el alma, tumulto y confusión de pensamientos, mal humor y odio hacia los otros ascetas, apatía e inactividad espiritual, tristeza, recuerdo de los familiares y miedo a la muerte. Y también, deseo de malas cosas, negligencia para la virtud y confusión moral.
Así que cuando veis algun espíritu y os asustáis, si vuestro miedo se quita de inmediato y en su lugar venga una alegría inexpresable y buen humor y coraje y recuperación de la moral, tranquilidad de los pensamientos y todas las otras cosas que mencioné, así como coraje y amor hacia Dios, entonces tened valor y seguid rezando. Porque esta alegría y el buen estado del alma muestra la santidad del espíritu que se presenta.
Así Abraham, tan pronto como vio al Señor, sintió gozo espiritual; y Juan el Precursor, tembló de alegría dentro del vientre de su madre, cuando habló María la Madre de Dios.
Pero si algún espíritu os aparezca, y se producen perturbaciones y ruidos externos y actos humanos indecentes y amenazas de muerte y todo lo que dije antes, entonces deberíais saber que un ataque está ocurriendo de espíritus malos.
Pero ten en cuenta también la siguiente característica de los espíritus malos; cuando el alma sigue temiendo, eso se debe a la presencia de los enemigos. Porque los demonios no quitan la cobardía que acompaña sus apariciones, como lo hizo el gran arcángel Gabriel quien la quitó de María y Zacarías y como lo hizo el angel que apareció a las mujeres en el monumento del Señor.
De hecho, al contrario, cuando ven gente teniendo miedo, entonces aumentan y magnifican las imaginaciones, para aterrorizarlos aún más y en continuación, después de someterlos, a burlarse de ellos diciendo; Caed de rodillas para adorarnos. Así engañaron a los griegos y consideraron los demonios como sus falsos dioses.
El Señor sin embargo no nos dejó ser engañados por el diablo, porque, cuando le presentó también a Él tales fantasías, le reprochó y le dijo; Apártate de mí, satanás; porque está escrito; «al Señor tu Dios debes adorar y a Él sólo servirás».
Por todo esto, pues, despreciemos el diablo astuto más y más. Porque, lo que dijo el Señor, lo dijo por nuestro propio bien, para que, cuando los demonios oigan estas palabras de nosotros también, a ser derrocados por el poder del Señor, Quien los reprendio con las mismas palabras.
Sin embargo, no debemos presumir porque expulsamos demonios, ni enorgullecernos porque curamos enfermedades; ni debemos admirar solo a alguien quien echa fuera demonios y despreciar a un otro que no tiene el poder para expulsarlos. Pero examinemos la ascesis de cada uno, y, o le imitamos y mostramos el mismo celo con él, o le corregimos.
Porque el acto de realizar milagros no depende de nosotros; esta es la obra del Salvador, que decía a sus discípulos; «No te alegres porque los demonios se someten a vosotros, sino porque vuestros nombres están escritas en los cielos».
Porque cuando nuestros nombres han sido escritos en los cielos esto testifica nuestra propia vida virtuosa; pero cuando alguien echa fuera demonios este es un regalo que es dado por el Señor.
Por esta razón, a aquellos que se jactan no por su propia virtud, sino por los milagros que hacen, y dicen; «Señor, no hemos sacado demonios en Tu nombre y no hemos hecho muchos milagros en Tu nombre?» respondió el Señor; «En verdad os digo, no os conozco».
Porque el Señor no conoce los caminos de los impíos. Así que siempre debemos orar, como dije antes, para recibir el don de discernimiento de espíritus, para que no creamos en todos los espíritus, como la Escritura dice.
Me gustaría estar en silencio ahora y no decir nada sobre mí mismo y contentarse sólo con estas palabras.
Para que no penséis sin embargo, que os estoy diciendo estas cosas como una simple narrativa teórica, y para creer que todo lo que os cuento es de mi propia experiencia y que es verdadero, por eso os vuelvo a contar cuantos trucos perversos de los demonios vi con mis propios ojos, aunque parezca como un tonto.
El Señor, por supuesto, que me escucha sabe que tengo la conciencia tranquila y que no os estoy diciendo estas cosas para presumir, sino porque os amo y con el fin de exhortaros en la práctica de la virtud.
¿Cuántas veces me han bendecido y yo los maldije en el nombre del Señor. Cuántas veces anunciaron la crecida del rio y yo les decía; «¿Y qué os importa eso?» Una vez vinieron con amenazas y me rodearon como soldados armados.
En otra ocasión, llenaron mi casa con caballos y bestias y reptiles, y yo estaba cantando; «Vinieron con carros contra nosotros y caballería, nosotros, sin embargo, en el nombre de nuestro Señor y Dios los venceremos triunfalmente»; Y con las oraciones, se los llevó el Señor.
Una vez vinieron en una noche oscura, como fantasmas luminosos, y dijeron; Antonio, venimos a iluminarte; Y mientras yo estaba rezando con mis ojos cerrados, se apagó inmediatamente la luz de los impíos.
Después de unos meses, vinieron otra vez cantando y recitando palabras de las Escrituras; «Pero yo no los estaba escuchando como si fuera sordo». Un otra vez sacudieron el monasterio, pero yo me quedé inmóvil y estaba rezando y yo estaba manteniendo mi espíritu imperturbable.
Y después de eso vinieron de nuevo y hicieron ruidos chocantes, y silbaban y bailaban. Cuando estaba rezando, sin embargo, y mientras estaba sentado cantándome salmos, ellos inmediatamente comenzaron lamentar y llorar como si estuvieran completamente exhaustos, mientras yo glorificaba al Señor, Quien estaba destrozando y humillando su audacia y su manía.
Una vez apareció un demonio muy alto y extravagante y se atrevió a decir; «Yo soy el poder de Dios» y, «Yo soy la divina providencia, ¿qué quieres que te dé?»
Entonces yo le escupí invocando al Señor, y traté de pegarle y me pareció que le pegue de verdad. Inmediatamente, al oír el nombre de Cristo, él, que era tan alto, junto con todos los demonios de su compañía, se desvanecieron.
Vino una vez cuando yo estaba en ayunas, bajo el aspecto de un monje, el astuto, sosteniendo hogazas de pan imaginarias y me estaba aconsejando diciendo; come y deja de esforzarte tanto; eres también humano y podrías enfermarte.
Pero yo entendí su astucia y me levanté a rezar. Él no pudo soportarlo, porque desapareció al instante y parecía estar saliendo por la puerta como humo.
¿Cuántas veces me mostró fantasía de oro en el desierto, solo para tocarlo y para mirarlo! Pero estaba cantando salmos con todo mi corazon y él se estaba derritiendo.
Muchas veces me estaban causando heridas y yo estaba diciendo; «Nada me separará del amor de Cristo». Y después de eso se estaban golpeando el uno al otro y estaban lastimando el uno al otro.
Sin embargo, no era yo quien los estaba cancelando y los estaba aboliendo, sino era el Señor quien dice; «Estaba viendo a satanás cayendo como un relámpago desde el cielo».
Al recordar, sin embargo, las palabras del Apóstol, «todo esto me lo he aplicado a mí», para que vosotros, hijos míos, aprendáis a no desilusionaros durante la ascesis, ni temer las imaginaciones del diablo y de sus demonios.
Y ya que me hice tonto con estas narraciones mías, escuchad también esto por seguridad y valentía, y creed me; porque no miento.
Alguien una vez llamó a mi puerta en el monasterio, y cuando salí vi uno que se parecía alto y delgado. Entonces, cuando le pregunte; «¿Quién eres tú?» dijo: «Yo soy Satanás».
Cuando después le pregunté; «Entonces, ¿por qué estás aquí ahora?» él dijo; «¿Por qué los monjes me acusan injustamente, y todos los demás cristianos? ¿Por qué me maldicen en todo momento?» Y cuando yo le dije; «¿Por qué los molestas?» respondió; «No soy yo, el que los molesta porque me he vuelto ya débil, sino son ellos que se molestan a sí mismos.
¿No han leído ellos que, «Las espadas del enemigo fueron totalmente destruidos y derribasteis sus ciudades»? Ya no tengo lugar, ni flecha, ni ciudad. Se han hecho cristianos en todas partes. Hasta el desierto se ha llenado de monjes. Que se guarden a sí mismos y no me maldigan sin motivo».
Entonces yo me maravillé a la gracia del Señor y le dije. «Aunque eres siempre un mentiroso y no dices nunca la verdad, ahora, sin embargo, aunque no quieras, lo que dijiste es verdad. Porque ciertamente, Cristo vino y te ha hecho débil, y, después de derrotarte, te despojó de todo poder».
Y al oír el nombre del Salvador, y sin poder soportar el ardor que le provocaba, se desvaneció.
Ya que, el mismo diablo también confiesa que no tiene poder para hacer nada, debemos absolutamente despreciarlos tanto él como sus demonios.
Y aunque el enemigo junto con sus perros poseen tantos trucos astutos, ya que, sin embargo, hemos aprendido su impotencia, los podemos despreciar.
De esta manera, pues, no nos desanimemos de antemano ni que la cobardía pase de nuestra alma, ni crear temores en nuestra mente diciendo; ¿Me derrotará el demonio si viene? ¿Quizás él prevalecerá y me vencerá? ¿Y si aparece de repente para convulsionarme?
Nunca debemos entretener tales pensamientos en nuestra mente, ni sentir pena como si estuviéramos perdidos. Más bien deberíamos tener valor y alegrémonos siempre porque hemos sido salvados, y pensemos en lo profundo de nuestra alma que el Señor está con nosotros, Él que los destruyó y los abolió.
Y vamos a pensar y vamos a recordar siempre que, mientras el Señor esté con nosotros, los demonios no nos harán nada. Porque cuando vienen, nos tratan de acuerdo al estado psíquico en que nos encontramos, y de acuerdo con los pensamientos que encuentran dentro de nosotros, ellos tambien ajustan las fantasías que nos proyectan.
Por lo tanto, si nos encuentran acobardados e inquietos, súbitamente nos atacan y nos conquistan como los ladrones que encontraron el lugar desprotegido, y lo que pensamos dentro de nosotros nos lo presentan inflado.
Es decir, si nos ven asustados y acobardados, ellos aumentan aun más nuestra cobardía, con sus fantasmas y amenazas, y así con estos nuestra alma sufriente es torturada.
Pero si nos encuentran alegres en el Señor y pensando en los bienes futuros y contemplando sobre todo lo que agrada al Señor, y reflexionando que todo esta en la mano de Dios, y que los demonios no tienen ningun poder contra el Cristiano, y en general no tienen autoridad contra cualquier ser humano, entonces, viendo los demonios nuestra alma salvaguardada con tales pensamientos, se dan la vuelta y huyen totalmente avergonzados.
Así que cuando el enemigo vio a Job tan bien fortalecido de esta manera, se alejó de él, pero cuando encontró a Judas despojado de tales pensamientos, le capturó.
Por esto, si queremos despreciar al enemigo, pensemos siempre todo lo que agrada al Señor, y con nuestra esperanza en el Señor que nuestra alma se regocije siempre; entonces veremos los juegos de los demonios desaparecer como el humo, y los propios demonios más bien los veremos huir en lugar de percecutarnos.
Porque, como he dicho antes, los demonios son muy cobardes, porque están siempre esperando el fuego eterno, que ha sido preparado para ellos.
Y para no tener miedo frente a ellos, tened en cuenta la siguiente presunción también; es decir, cuando se te presenta alguna aparición imaginativa, no pierdas tu moral de antemano, por cobardía, pero sea lo que sea esta aparición, ten coraje y haz primero la pregunta; «¿Quién eres tú y de donde vienes?»
Y si es una aparición de espíritus santos, entonces ellos te informarán y cambiarán tu miedo en alegría. Pero si es alguna aparición diabólica, inmediatamente se desvanece, porque ve que tu mente es fuerte. Porque cuando alguien pregunta para saber; «¿Quién eres y de dónde vienes?» esto es prueba de tranquilidad.
Así también Jesús, hijo de Navé, preguntó y aprendió, y así el enemigo no consiguió a engañar a Daniel, precisamente porque él se lo preguntó.
Mientras Antonio decía estas cosas todos se regocijaban; en algunos, se aumentaba la pasión por la virtud, en otros, la negligencia se rechazaba, mientras que en otros se cesaba el orgullo.
Además, todos juntos tomaban la decisión a despreciar la enemistad de los demonios, admirando el carisma del discernimiento de los espíritus que había sido dado por el Señor a Antonio.
Y los monasterios en las montañas parecían tiendas llenas de coros divinos, de monjes que cantaban, que amaban el estudio de la palabra, que ayunaban y rezaban, que se regocijaban en la esperanza de los bienes futuros, que estaban trabajando para dar limosnas, y que tenían amor y concordia el uno por el otro.
Y de hecho, uno podía ver el desierto como una región de devoción y justicia. Porque no había nadie allí quién agraviaría o quién sería agraviado, ni persecuciones por publicanos por la recaudación de impuestos, pero había multitudes de ascetas, y entre ellos había una sola mente, cómo triunfar en la virtud.
Así que, al observar alguien los monasterios y la gran armonía de los monjes, exclamaría y decía; «¡Qué bellas tus moradas, Jacob, y tus tiendas, Israel! Como valles sombríos y refrescantes y como jardines celestiales en las aguas del río, y como tiendas que el Señor ha levantado, y como los cedros de las aguas».
Antonio mismo, por supuesto, partiendo solo, como de costumbre, a su propio monasterio, estaba practicando con más intensidad, y cada dia suspiraba pensando en los monasterios celestiales, porque todo su anhelo era sobre ellos y contemplaba la naturaleza efímera de la vida humana.
Porque incluso cuando iba a comer o a dormir y para atender a las demás necesidades del cuerpo, le daba vergüenza, mientras pensaba en la parte intelectual del alma.
Muchas veces, cuando iba a comer junto con muchos otros monjes, recordaría el alimento espiritual, y de inmediato se rendía y se alejaría de ellos, pensando que se sonrojaría de vergüenza, si los demás le vieran comer.
Por eso estaba comiendo solo por necesidad del cuerpo. Muchas veces, por supuesto, comía también con sus hermanos y aunque se avergonzara de ello, sin embargo se animaba, porque con sus discursos les beneficiaba.
Y estaba diciendo que debemos dedicar nuestro tiempo más al alma que al cuerpo, y conceder, por supuesto, por necesidad, un poco de tiempo para nuestro cuerpo también, pero todo el resto del tiempo deberíamos ocuparnos totalmente con el alma y buscar su beneficio, para que ella no se deje llevar de los placeres del cuerpo, sino más bien el cuerpo se subordina a ella.
Porque esto es lo que dice el Señor; «No os preocupéis por vuestra vida, lo que os vais a comer, ni por vuestro cuerpo lo que os vais a vestir».
Así que vosotros también, no os preocupéis que vais a comer o que vais a beber y no trabajéis en vano por estas cosas. «Porque son idólatras mundanos los que buscan todas estas cosas. Vuestro Padre sabe muy bien que tenéis necesidad de todas estas cosas. Vosotros sin embargo, ante todo, debéis buscar el reino de Dios y todo esto os será dado».
Fin de la segunda parte