Combate bueno habéis emprendido con los monjes de Egipto, ya que habéis decidido llegar a la altura de ellos e incluso superarlos con vuestra vida ascética virtuosa. Porque ya tenéis monasterios también y la vida monástica está bien representado a través de vuestro paradigma.
justificadamente por lo tanto alguien podría alabar este propósito vuestro, y con vuestras oraciones ojalá que Dios lo lleve a cabo.
Pero ya que habéis pedido a escuchar por mí también sobre la vida del bienaventurado Antonio, cómo comenzó su vida ascética, y quién era antes de esto, y cuál fue el final de su vida, y si son ciertas las cosas que se dicen de él, y así, también vosotros podréis imitar su celo, por esta razón, con mucha disposición he aceptado vuestra solicitud.
Pues para mi también es grande el provecho y el beneficio que obtengo tan sólo por recordar a Antonio. Y sé bien que vosotros también, en cuanto escuchéis de él, junto con la admiración que sentiréis por este hombre, también desearéis y anhelaréis imitar su propósito. Porque la vida de Antonio es para los monjes un estándar excelente de la vida ascética.
No seáis incrédulos, por lo tanto, sobre todo lo que habéis oído de él, por personas que os han contado estas cosas, y mas bien deberíais pensar que sólo pocas de sus proezas habéis oído por ellos; Porque solo tanto estas personas han conseguido contaros.
Y yo también, por mi parte, ya que fui exhortado por vosotros, os enviaré por medio de esta carta mía todo lo que pude anotar, recordando unas pocas cosas acerca de él;
vosotros sin embargo no dejéis de preguntar a los que navegan con los barcos hacia vuestros territorios. Porque tal vez, de esta manera, es decir, con cada uno contando lo que sabe, se logrará hasta cierto punto que se complete debidamente la historia de él.
Y quise, cuando recibí vuestra carta, invitar a algunos de los monjes, y especialmente aquellos que solían visitarle muy frecuentemente, con el fin de saber, tal vez, algo más y así poder escribiros una narrativa más completa.
Pero como la temporada para los viajes marítimos estaba llegando a su fin, y el portador de las cartas tenía prisa por partir, por eso me apresuré para escribir esta carta a vuestra santidad, con todo lo que yo mismo sé y con todo lo que he podido saber de él mismo, porque muchas veces le he visto ya que he vivido a su lado por bastante tiempo, y de hecho estaba echando agua sobre sus manos para que se lave.
Y en cada instancia, me encargué de ser todas ciertas las cosas que escribí, así que si alguien escuche más que estas él no dejaría de creer, y si alguien aprende menos de lo que debería haber aprendido él no despreciaría al hombre.
Antonio era egipcio en cuanto a su origen. Sus padres eran de ascendencia noble y dueños de propiedades considerables. Y como ellos eran cristianos, él también fue criado cristianamente.
Mientras él era un niño pequeño, fue criado cerca de sus padres y no conocía nada más que a ellos y de su casa. Pero cuando creció y se hizo joven y creció bastante alto, no quiso en absoluto aprender las letras, porque quería evitar la compañía de los otros niños de su edad; todo su deseo era permanecer una persona pura viviendo en su casa, como está escrito en la Escritura con respecto a Jacob también.
Iba a la iglesia, sin embargo, junto con sus padres y no era ni perezoso, durante su niñez, ni despreciaba nada a medida que avanzaba en edad, sino más bien era muy obediente a sus padres y estaba prestando mucha atencion a la lectura de los libros sagrados y estaba obteniendo un gran beneficio para sí mismo de estas lecturas.
Y tampoco molestaba a sus padres para alimentos más abundantes y exquisitos, siendo hijo de padres con bienes suficientes, ni buscaba los placeres de la comida, sino se contentaba con lo que encontraba y no buscaba nada más.
Después de la muerte de sus padres, se quedó solo con una hermana muy joven de él. Tenía entonces dieciocho o hasta veinte años y desde entonces estaba él cuidando de la casa y de su hermana.
Aún no habían pasado seis meses desde la muerte de sus padres, cuando un Domingo por la mañana mientras iba a la iglesia, como era su costumbre, estaba reflexionando en su mente, y mientras caminaba estaba pensando, como los apóstoles abandonaron todo y siguieron al Salvador;
y cómo los cristianos en el libro de los Hechos estaban vendiendo sus posesiones y estaban trayendo y colocando las ganancias a los pies de los apóstoles para que ellos las distribuyesen a los pobres, y qué y cuán grande de recompensa los espera en los cielos.
Así que mientras meditaba en estas cosas, entró en la iglesia por donde en ese momento se coincidió que el evangelio estaba siendo leído y entonces oyó al Señor diciendo al hombre rico; «Si quieres ser perfecto ve y vende todas tus posesiones y distribuirlos a los pobres y ven a seguirme y tendrás tesoros a los cielos».
Y Antonio, como si se le hubiese dado el don por Dios para conmemorar a los santos y como si se hubiera leído para el solo este pasaje evangélico, salió inmediatamente de la iglesia, y las propiedades que tenia de sus antepasados, los regaló gratis a sus compañeros aldeanos, para que no lo molestaran ni a él ni a su hermana en lo más mínimo;
tenía como trescientos campos arables, que eran fértiles y muy buenos; y los demás bienes muebles que tenían los vendió todos, y después de que reunió bastante dinero, se los dio a los pobres. Sólo se quedó con poco para su hermana.
Y cuando volvió a entrar en la iglesia y oyó al Señor diciendo «No os preocupéis por el día de mañana», en la lectura evangélica, no podía soportar esperar más y después de salir del templo, compartió también esos a los pobres.
Confió su hermana al cuidado de unas vírgenes familiares y fieles, y después que la entregó a un convento para ser criada, él mismo comenzó la vida ascética cerca de su casa, vigilándose bien a sí mismo y viviendo pacientemente su vida.
Y empezó a practicar el ascetismo cerca de su casa, porque en ese entonces, todavía no había monasterios organizados en Egipto y ningún monje había conocido aún el gran desierto. Por lo tanto, cada uno que deseaba guardarse a sí mismo, practicaría el ascetismo en solitario no muy lejos de su propio pueblo.
En aquel entonces, pues, había un anciano en el pueblo vecino, quien, desde su juventud, estaba viviendo ascéticamente como monje. Tan pronto como Antonio le vio, su celo se encendió de inmediato para imitarle. Y al principio, también empezó habitando en lugares alrededor del pueblo.
Y cuando escuchaba desde ahi que en algun lugar habia qualche grande asceta, iba en su busca, como la sabia abeja. Y no regresaba al lugar donde vivía, si no le vería primero y no recibiría alguna provisión espiritual de él, que le resultaría útil en el camino de la virtud.
Así que mientras él vivía allí al comienzo de su vida ascética, estaba constantemente reflexionando como no se ocuparía más con los asuntos de familia, ni recordar de sus parientes, sino cómo recolectar todo su deseo y todo su entusiasmo en la intensidad de la vida ascética.
Y trabajaba con sus propias manos, porque oyó que el que no trabaja tampoco debe comer. Y una parte del producto de su trabajo lo gastaba para su comida, y el resto lo repartía a los pobres.
Y rezaba continuamente, desde que oyó que cada uno debe rezar en privado y sin cesar mientras esta trabajando. Y estaba muy atento a la lectura de la Escritura, para memorizarlo todo y no dejar que nada se le escape de las escritos, y para poder usar su memoria de ahí en adelante en lugar de los libros.
Así, por lo tanto, vivía Antonio y era amado por todos. Y también estaba practicando obediencia sincera hacia los grandes ascetas, que estaba visitando y se estaba aplicando a sí mismo las ventajas del celo y de vida ascética de cada uno de ellos.
A algún asceta le discerniría su carácter lleno de gracia, mientras que a algún otro vería su intensa disposición en las oraciones. A alguien agradecería la falta de irritabilidad y a otro la filantropía. Estaba prestando atencion tanto al uno que hacía velaciones, como al otro que amaba el aprendizaje y los estudios.
Y admiraría a uno por su paciencia, y otro para los ayunos y por dormir sobre la tierra. Y en uno observaría la mansedumbre, y en un otro la paciencia. Y para todos los monjes juntos notaría la piedad hacia Cristo y el amor que se tenían el uno al otro.
Y así lleno de ganancias espirituales volvería a su propia ermita ascética, y seguiría recordando todo esto y lo estudiaría todo en su mente y se aseguraría de aplicarlo todo sobre sí mismo.
Con los monjes de su edad no discutiría por ninguna razón, y la única competencia cortés que mostraría hacia ellos era sólo en lo de no aparecer inferior a ellos en las virtudes. Y lo estaba haciendo esto de tal manera, que no entristecería a ninguno de ellos, sino que ellos también se regocijarían con él por este esfuerzo suyo.
Así que todos sus compañeros aldeanos y la gente de bien con quiénes se relacionaba cuando le estaban viendo viviendo de esa manera, le estaban llamando amigo de Dios, y otros le amaban como su propio hijo, otros como su hermano.
El diablo envidioso sin embargo, como un odiador de todo bien que es, no podía soportar ver tal intención y buena disposición en este joven. Por lo tanto, todos los trucos astutos, que ha estudiado bien desde los viejos tiempos, intentó aplicarlos contra Antonio también.
En el principio, por lo tanto, le estaba tentando con el fin de distraerle de la vida ascética, sugiriendo en su mente el recuerdo de sus haciendas, el cuidado de su hermana, el amor de los familiares, el amor por el dinero, la ambición, el placer de la variedad de alimentos y las demás comodidades de la vida, y finalmente, el rigor de la virtud y el hecho de que se requiere un gran esfuerzo para su adquisición.
También le proyectó la debilidad del cuerpo y la duración de la vida, que es corta sin embargo para la conquista de la virtud. En general, le estaba causando un gran ofuscación de pensamientos en su mente, con la intención de distraerle de la recta intención.
Pero cuando el enemigo vio que era completamente incapaz para vencer la buena predisposición de Antonio, y más bien ser aplastado por la firmeza de él, y ser volcado por su gran fe y caer derrotado por las oraciones continuas de Antonio,
pues entonces, apoyándose en sus armas que centran su acción en la zona del cuerpo humano debajo del ombligo del vientre y gloriándose de ellas, porque estas son las primeras trampas que se levanta contra los jóvenes ascetas, viene de nuevo con disposiciones hostiles contra el joven, molestande ruidosamente por la noche, y molestándole durante el día, así que hasta los que le miraban podrían percibir la batalla que estaba pasando entre esos dos.
Porque mientras el diablo le sometía pensamientos sucios, Antonio los estaba rechazando con oraciones. Y mientras él le exhortaba excitandole los sentidos, Antonio se estaba sonrojando de vergüenza, y estaba fortificando su cuerpo bien, con la fe, las oraciones y los ayunos.
Y el diablo miserable, tenía la paciencia de transformarse hasta en una mujer por la noche, y a imitar todos los comportamientos femeninos, meramente para engañar a Antonio.
Pero él se estaba apagando dentro de sí la llama de esa ilusión del diablo, recordando a Cristo y su origen noble, el cual, siendo cristiano, se lo debía a Él, y también pensando que, el alma es algo mental e inmaterial y no carnal.
Otra vez, el enemigo secretamente le sugirió las dulzuras del placer, pero fingiendo él ser enojado y entristecido, y recordando en su mente la amenaza del infierno y la miseria que el gusano provoca, y poniendo estas cosas en oposición a las tentaciones, pasaría ileso a través de ellos.
Y todo esto estaba sucediendo para humillar al enemigo. Porque el que pensó que llegaría a ser igual a Dios, ahora se veía burlado por un jovencito. Y aquel que se jactaba que es el señor de la carne y la sangre de los humanos, fue ahora derribado por un hombre revestido de carne.
Porque el Señor estaba trabajando dentro de Antonio, el Señor que se revistió de carne por nosotros y con Su cuerpo nos dio la victoria contra el diablo, para que cada hombre que está realmente luchando pueda decir; «No yo, sino la gracia de Dios que está conmigo».
Finalmente, como el diablo no consiguió de esta manera tampoco a derrotar a Antonio, sino en cambio se vio a sí mismo siendo expulsado desde el corazón del joven, rechinando los dientes, como dice la Escritura, y como un loco, como es oscuro en la mente, tal entonces aparece en su imaginación también, como un niño negro.
Y como si estuviera cediendo, no entraría más en sus pensamientos, porque ese engañador había sido expulsado de allí, sino tomando ahora una voz humana le estaba diciendo; Ciertamente engañé a muchos y más aun de ellos derroté, pero ahora que quise lanzar mi ataque contra ti y contra tus esfuerzos espirituales, fui derrotado, como si hubiera luchado contra muchos.
Luego, cuando Antonio le preguntó; «¿Quién eres tú que estás a mi lado y dices estas palabras?», inmediatamente él sacó gritos lamentables diciendo; «Yo soy amigo de la fornicación, yo soy él que monta las trampas y provoco excitación y cosquilleo a los jóvenes, y me han llamado el espíritu de fornicación».
¡Cuantas personas que querían vivir con prudencia he engañado! ¡Cuánta gente que querían vivir con templanza los persuadí a pecar con exhortaciones cosquilleantes y excitaciones!
Yo soy ese espiritu, a causa de lo cual el profeta acusa los Israelitas que cayeron y dice; «El espíritu de fornicación os ha engañado», porque era por mi culpa ellos habían caído en el pecado. Yo soy aquel que te ha molestado muchas veces y en todas estas ocasiones fui derrotado por ti.
Y después de que Antonio dio gracias al Señor y recibió gran coraje contra el diablo, le dijo;
Así que, eres muy despreciable, porque no solo eres negro de mente sino que eres también impotente como un niño pequeño. De ahora en adelante, por lo tanto, no me voy a preocupar por ti; «Porque el Señor es mi defensor y yo despreciaré a mis enemigos».
Tan pronto como el negro oyó esto, huyó, ahogando sus voces, y temiendo hasta acercarse a Antonio.
Esto fue la primera proeza de Antonio contra el diablo;
o mejor dicho, este logro se llevó a cabo a través de Antonio pero era del Señor, Quien «condenó el pecado de la carne a fin de que la justicia de la ley se cumpliera en nosotros que no marchamos según el deseo y las demandas de la carne, sino bajo la dirección del Espíritu».
Pero aunque el demonio fue derrotado, Antonio no se estancó en adelante ni dejó de examinarse a sí mismo; pero el enemigo también, aunque derrotado, no dejó de tenderle emboscadas para atacarle. De nuevo siguió dando vueltas como el león, buscando algun pretexto y oportunidad contra él.
Antonio sin embargo, habiendo aprendido de las Escrituras que las insidias del enemigo son muchas, se entregaba aún más intensamente a la ascesis, porque estaba pensando que, aunque el diablo no había logrado a engañar a su corazón con los placeres del cuerpo, definitivamente lo intentaría tenderle una emboscada por algún otro método; porque el demonio es amigo del pecado.
Más y más por lo tanto estaba endureciendo su cuerpo y lo estaba subyugando a su voluntad temiendo que, mientras algunas tentaciones las venció por otros sería finalmente seducido. Decidió por lo tanto acostumbrarse a una disciplina más dura.
Y mientras muchos le admiraban, el fácilmente soportaba el esfuerzo de la ascesis; porque su afán que permaneció estable durante mucho tiempo dentro de su alma ya había producido en él una buena disposición, de modo que aunque recibiera alguna pequeña sugerencia o proposición de los demás, demostraría gran celo para todo.
Porque estaba haciendo muchas vigilias y muchas veces se quedaba desvelado incluso la noche entera. Y no hizo eso una sola vez sino muy a menudo, y estaba provocando la admiración de la gente.
Estaba comiendo una vez al día, después de la puesta del sol. A veces estaba comiendo cada dos dias, y muy a menudo cada quatro dias. Su comida era pan con sal, y su bebida era sólo agua.
Para carnes y para vino es innecesario hasta hablar de ello. Porque seguramente estas cosas no las encontraría alguien ni siquiera a los otros grandes ascetas. Para dormir le bastaba una estera; pero la mayoría de las veces se acostaba sin nada y estaba durmiendo sobre la tierra.
Evitaba ungir su piel con aceite, y decía que los jóvenes ascetas, deben entregarse a la disciplina con mas voluntad y no buscar las cosas que hacen el cuerpo perezoso, sino al contrario, habituarlo a la diligencia, recordando en sus mentes la palabra del apóstol;
«Cuando estoy débil, entonces soy fuerte». Porque como decía, el tono del alma es fuerte, solo cuando los placeres del cuerpo están debilitados.
Pero Antonio también tenía otro pensamiento maravilloso; que ni el camino de la virtud, ni el retiro del mundo que se hace por causa suya, no se debe medir en cuanto al paso del tiempo, sino en cuanto al celo y la predisposición.
Por esta razón Antonio no mencionaba el pasado sino cada día que amanecía la consideraba un nuevo comienzo de su vida ascética, trabajando cada vez más por su avance espiritual y trayendo siempre a su memoria el dicho de Pablo;
«Me olvido y me dejo atrás todo lo que sucedió en el pasado, y corro constantemente a lo que está por delante». También recordaba la voz del profeta Elías, quien decía; «Vive el Señor, y hoy me presenté ante Él».
Antonio, pues, estaba observando, sobre este dicho por el profeta Elías, que, al decir «hoy», no tenía cuenta del tiempo pasado, pero considerando cada momento como nuevo comienzo, atendía con celo todos los días a presentarse como debía ser delante de Dios, limpio de corazón y dispuesto a obedecer a Su voluntad solo y a ningún otro.
Y se decía a sí mismo, que el asceta siempre debe adquirir conocimiento de la conducta del gran Elías teniéndola como espejo de su propia vida.
Así que después que Antonio se fortaleció de esta manera, partió y fue a los sepulcros, que se encontraban lejos del pueblo, y habiendo solicitado a alguien que conocía para traerle pan para muchos dias, entró en una de las tumbas. Luego, el hombre que conocía cerró la puerta por fuera y se quedó solo allí dentro.
Y entonces, no pudiendo el enemigo aguantar esta situación, pero principalmente porque tenia miedo no sea que poco a poco llena el desierto de ascetas, llegó al cementerio una noche junto con una multitud de demonios y le hizo tantas heridas, que él cayó al suelo mudo y inconsciente de las torturas.
Y como Antonio nos aseguaba después, los dolores eran tan intensos, para que alguien pueda decir que los golpes de los humanos, nunca podrían haber causado tan grande sufrimiento.
Con la providencia de Dios, sin embargo, porque el Señor nunca pasa por alto los que esperan en Él, al día siguiente su conocido vino allí para traerle el pan;
Tan pronto como abrió la puerta, y le vio caído en el suelo como muerto, inmediatamente le cargó a la espalda y le transfirió en la iglesia del pueblo, donde le descargó por la tierra.
Entonces, muchos de sus familiares y de los habitantes del pueblo, vinieron y se sentaron alrededor como si Antonio estuviera muerto.
A medianoche, sin embargo, Antonio recobró sus sentidos y tan pronto como se levantó como vio a todos durmiendo y sólo a su conocido estando despierto, le hizo señas para que se acercara, y le preguntó a llevarle de espaldas otra vez y a llevarle a los sepulcros, sin despertar a nadie.
Ese hombre por lo tanto le transfirió, y después que, como siempre, cerró la puerta por fuera, se quedó adentro otra vez solo.
Ciertamente no podría estar de pie por las heridas de su cuerpo, pero mientras estaba acostado, estaba orando. Y cuando la oración terminó, gritó fuerte; «Aquí estoy, soy Antonio; No estoy evitando las heridas que me estas provocando. Porque, incluso si me causarais mas, nada me va a separar del amor de Cristo».
Después también cantó; «Aunque todo un ejército se alinearía contra mí, mi corazón no temerá». Estas cosas, pues, creía el asceta y estas cosas decía.
El enemigo que desprecia el bien sin embargo, sorprendido que despues de tantas heridas Antonio tenía el coraje para volver de nuevo a las tumbas, reunió a todos los demonios, como los perros, y ardiendo en ira, dijo;
Ya veis, que no le detuvimos ni con el espíritu de fornicación, ni con las heridas del cuerpo; sino al contrario, ahora muestra aún más audacia contra nosotros. Por esto, vamos a atacarle en otro método.
Entonces los demonios, durante la noche, estaban haciendo un ruido tan alto, que alguien podría pensar, que todo el lugar estaba temblando.
Y como las transformaciones en diversas formas de maldad son fáciles para el diablo, los demonios estaban dando la impresión, que habían agrietado las cuatro paredes del pequeño edificio y que estaban a punto de atacar transformados en bestias y reptiles, criaturas de la imaginacion.
Inmediatamente entonces todo el lugar se llenó por leones imaginarios, osos, leopardos, toros, serpientes, escorpiones y lobos. Y cada uno de ellos se movía y actuaba a su propia manera según su especie.
El león rugía, queriendo abalanzarse sobre él, el toro parecía estar intentando a traspasarle con los cuernos, la serpiente se arrastraba hacia él pero sin llegar a él y el lobo parecía como si quisiera cargar pero se estaba conteniendo. Y en general, los sonidos de todas estas bestias juntas eran terribles, y su ferocidad insoportable.
Y mientras estos animales estaban mordiendo a Antonio y le estaban abusando, ciertamente se estaba sintiendo un fuerte dolor físico, pero permanecía sin miedo y se estaba manteniendo en estado de alerta mental.
Y mientras gemía debido al dolor físico, su pensamiento, sin embargo, era sobrio y como si se burlaba de ellos, decía; Si tuvierais poder de verdad, solo uno de vosotros sería suficiente venir.
Pero como el Señor os ha quitado vuestra fuerza, por esta razón, aunque intentáis espantarme con vuestra multitud, el hecho de que estés imitando las formas y las voces de las bestias irracionales, es un signo de vuestra debilidad.
Y lleno de coraje, les decía otra vez; Si sois capaces y si habéis recibido autoridad sobre mí, no os detenéis, sino atacad; pero si no sois capaces, ¿por qué os alborotáis en vano? Porque nuestra fe en el Señor es un sello de seguridad para nosotros y un muro inexpugnable que nos protege.
Así que hicieron muchos intentos, y estaban rechinando los dientes contra él, pero más bien estaban ridiculizando a ellos mismos y no a él.
El Señor, sin embargo, no se olvidó la lucha heroica de Antonio, sino se apresuró para ayudarle en esta tentación también.
Así que cuando Antonio se levantó los ojos, vio el techo como si se abriera y un rayo de luz descendiendo sobre él. Entonces de repente los demonios desaparecieron y el dolor del cuerpo inmediatamente se detuvo, y el edificio estaba una vez más intacto.
Cuando Antonio sintió la divina presencia y ayuda, y respiró profundamente y fue aliviado de sus dolores, dirigió una oración hacia esta divina aparición que se le presentó, y decía; ¿Dónde has estado? ¿Por qué no apareciste desde el principio, para parar mi sufrimiento?
Entonces se escuchó una voz diciéndole; Antonio, estaba aquí, pero esperaba ver tu lucha. Ya que, por lo tanto, pasaste por todo con paciencia y no fuiste derrotado, siempre seré tu defensor y te haré famoso en todas partes.
Tan pronto como escuchó esto, se levantó y oró y se quedó tan fortalecido, que se sintió en sí mismo que su cuerpo recibió mucho más poder que lo que tenía antes. Su edad en ese momento era cerca de treinta y cinco años.
Al día siguiente, que salió de la tumba, estaba aún más dispuesto por la piedad y yendo a ese anciano, le rogaba y le pedía a ir al desierto juntos para vivir allí.
Pero cuando ese anciano por su edad se rehusó y porque aún no existía tal costumbre, inmediatamente se fue solo a la montaña.
Pero el enemigo una vez más, viendo su celo y queriendo estorbarle, le proyectó a su imaginación para ver en el camino un disco grande de plata.
Antonios, sin embargo, que entendió la artimaña del enemigo del bien se paró, y mirando el disco intimidó al diablo que estaba en ello, diciendo;
¿Cómo se encontró este disco en el desierto? Este camino no es muy concurrido y no hay rastros para indicar que pasaron gente por aquí. Porque, si hubiera caído de alguien, no sería posible a no ser percibido, tan grande que es. Pero también el que lo perdió, si volviera y lo buscara, seguramente lo encontraría, porque el lugar es un desierto.
Por lo tanto, esto es un truco del diablo. No me estorbarás, oh diablo, con esto, mi deseo por el desierto. Pero tanto tú como tu disco juntos estáis destinados para la perdición. Y mientras Antonio todavía decía estas palabras, el disco desapareció como el humo del fuego.
En otra ocasión, mientras partía hacia la montaña, vio oro esparcido por las calles, no oro imaginario pero de verdad esta vez.
No sabemos si fue el enemigo quien dispersó este oro, o uno de los poderes superiores, para educar al atleta y para mostrarle al diablo que Antonio no estaba interesado para el dinero real tampoco; él mismo no lo aclaró este tema, y no nos enteramos tampoco, excepto solo que lo que aparecía era oro de verdad.
Antonio ciertamente se maravilló la gran cantidad del oro, pero, como uno se pasa por el fuego saltando por encima de la misma manera pasó él por el oro y ni volteó la cabeza para mirarlo. Por el contrario, estaba corriendo tan rápido en el camino, para que ese lugar sea escondido de sus ojos y nunca más volver a encontrarlo.
Con todos estos eventos por lo tanto reforzaron su espíritu mucho más, y Antonio se apresuró hacia la montaña.
Allí, al otro lado del río, encontró un alojamiento desierto que estaba lleno de reptiles, porque estaba abandonado durante mucho tiempo; se instaló allí y habitó en ello.
Y después de que estos reptiles abandonaron inmediatamente el alojamiento, como si alguien los persiguiera, Antonio obstruyó la entrada y almacenó pan para seis meses como los habitantes de Tebas en Egipto suelen hacer, y muchas veces, los panes se conservan hasta un año entero sin estropearse;
teniendo también agua dentro con él, vivía allí dentro solo como si hubiera sumergido a lo más profundo del alojamiento, y tampoco él mismo salía nunca, ni estaba viendo a nadie de esos que venían hacia él.
Así que, Antonio pasó mucho tiempo en esta continua vida ascética, y solo dos veces al año estaba recibiendo los panes que le estaban bajando desde el techo del alojamiento.
Sus conocidos que venían para visitarle, como no les permitía entrar en el alojamiento y muchas veces se quedaban afuera durante dias y noches enteras, escuchaban sonidos desde adentro como si de multitudes de personas que hacían ruido y golpeaban y estaban produciendo voces terribles y estaban gritando; ¡Fuera de nuestros lugares! ¿Qué tienes tu que ver con el desierto? No puedes soportar nuestra maldad.
Al principio los visitantes pensaron que los que litigaban con él, eran algunas personas que subieron con escaleras de mano y entraron al alojamento. Pero cuando se inclinaron en un agujero en la puerta y no vieron a nadie, entonces se dieron cuenta que eran demonios, y tuvieron miedo, y estaban pidiendo la ayuda de Antonio.
Pero Antonio se preocupaba más por sus visitantes que estaban afuera que por los demonios. Y acercándose a la puerta estaba rogando a su gente que se fuera y que no tuviera miedo. Porque decía que los demonios están creando imaginaciones a los que se arredran. Vosotros sin embargo sellaos con la señal de la Cruz y marchad confiados, y dejadlos que se burlen de sí mismos.
Entonces ellos partirían fortificados por la señal de la Cruz, y el se quedaba sin sufrir ningún daño por los demonios, y sin cansarse nunca de sus luchas ascéticas, porque el refuerzo de las apariciones celestiales que estaba viendo, así como la debilidad de los enemigos, le proporcionaban un gran alivio en las penurias, y le estaban dando mas voluntad para la vida ascética.
Y efectivamente, sus conocidos venían constantemente pensando que le encontrarían muerto, pero en vez de eso le escuchaban cantar; «Que Dios se levante y sus enemigos se dispersarán de inmediato, y quienes le odian huirán de su presencia».
«Como el humo desaparece, así desaparecerán ellos también. Como la vela se derrite en el fuego, así también los pecadores perecerán ante el rostro de Dios».
Y también; «Todos los pueblos hostiles me rodearon y con la invocación del nombre del Señor los repelí».
Unos veinte años pasó vivió en solitario entregándose así a la ascesis, sin visitar a nadie y sin tener comunicación frecuente con la gente.
Después de estos años, sin embargo, muchas personas querían celosamente imitar su vida ascética, y algunos de sus conocidos vinieron y abrieron la puerta a la fuerza, Antonio se vio obligado a salir con un rostro exaltado y divino como si hubiera salido de algún santuario.
Esta fue la primera vez, desde que vino al alojamiento, que se presentó a los que venían para verle.
Tan pronto como le vieron, admiraban viendo que su cuerpo estaba exactamente en las mismas condiciones y ni había engordado, desentrenado como estaba, ni se había enflaquecido por el ayuno y por las batallas con los demonios.
Era exactamente como lo conocían antes de su partida al desierto. Su espíritu moral era puro así como el estado de su alma porque ni estaba contratado del aburrimiento, ni era su mente distraída de algún placer, y no era ni malhumorado ni riendo.
Porque ni se inquietó al ver tanta gente, ni se emocionó al ser abrazado por tanta gente, sino estaba perfectamente equilibrado, porque se gobernaba por la razón y era natural en su comportamiento.
Entonces el Señor sanó, a través de Antonio, muchos de los allí presentes que sufrían alguna enfermedad; y a otros los limpió de los demonios.
El Señor también le daba a Antonio la gracia de hablar y así consolaba muchos de ellos que estaban tristes y reconciliaba a otros, si estuvieran en litigio entre sí, y como epílogo estaba diciendo a todos, que no debemos preferir nada en este mundo por encima del amor de Cristo.
Y hablando con ellos convenció a muchos a preferir la vida ascética incitándolos reflexionar sobre los bienes futuros y la filantropía que Dios nos mostró Quien «no escatimó ni siquiera su propio Hijo, sino le entregó para nuestra propia salvación».
Y así, a partir de entonces, monasterios se fundaron en las montañas y el desierto se transformó en ciudad, habitado por monjes que dejaron sus pueblos Y se registraron como ciudadanos del reino de los cielos.
Una vez cuando Antonio tuvo que cruzar el canal de Arsínoe, porque era necesario visitar a los hermanos, el canal estaba lleno de cocodrilos. Entonces simplemente oró y todos entraron en el agua, él y sus compañeros, y todos pasaron ilesos.
Y cuando volvió a su monasterio, continuó con sus labores espirituales con la misma modestia y con el mismo celo.
Con sus constantes discursos estaba aumentando la disposición a los que ya eran monjes, y estaba motivando y todos los demás que estaban presentes allí en amar apasionadamente la vida ascética.
Por lo tanto, muy pronto, con sus discursos atrayentes, se construyeron muchos monasterios, y él fue abad de todos ellos y su padre espiritual.
Fin de la primera parte