Dios había dicho a la primera pareja casada, cuando había bendecido y holificado su vínculo y su unión: «expandir y multiplicar y llenar la tierra».
Y estas palabras de Dios, estas palabras y mando del Dios todopoderoso, Quien tiene en Sus manos toda la creación, no han perdido su poder, a pesar de que Adán y Eva desobedecieron el mandato de Dios y fueron expulsados del Paraíso. La diferencia es que ahora Eva está siendo condenada a criar a sus hijos con tristezas y con dolores.
Una vez sin embargo que la tierra fue designada por el todopoderoso Gobernante de la creación a ser del hombre la vivienda y el patrimonio, Adán y Eva no quedarían sin hijos, tampoco serían sentenciados a vivir solos, sin heredero, quien se cuidaría de ellos en su vejez y recuperaría con reverencia sus restos, cuando ellos moririan, sin heredero, a gastar los restos amargos y miserables días de sus vidas.
Por lo tanto, tendrían muchos hijos. Y tuvieron hijos. Caín y Abel fueron los primeros hijos, que Eva dio a luz, mayores que los demás, que tuvo más tarde. Caín fue el primero. Y Abel fue segundo.
¡Que emoción Eva debe haber experimentado, cuando escuchó las primeras voces, que directamente después que cayó desde el útero de su madre Caín sacó!
Todos los dolores que ella experimentó durante su parto nuestra pobre antepasada, inmediatamente los olvidó, cuando vio ese querido bebé suyo, que le estaba dando en ese momento la bendición de Dios, que holificó e hizo fértil su matrimonio con Adán.
«Y dijo Eva; He adquirido un hombre de parte de Dios».
Eva lo siente en ese momento. Ella lo admite con toda su alma y su corazón, que Dios le dio ese niño, el cual con tantas penas ella parió, y tambien con muchas esperanzas dulcemente ahora abraza en su seno.
Y ella lo declara con gratitud. Y lo dice en voz alta: «He adquirido un hombre, un hijo parecido a mí y a su padre, de parte de Dios, con el poder y la bendición de Dios».
¡Escuchen, padres! Los hijos, que tenéis, no son suyos. Alguien más os los da, Dios. Él es que da la vida en vuestros cuerpos y levanta desde vuestros sangres los hijos y las hijas, por los que estáis orgullosos y por los cuales, estáis felices.
Él os los da y a Él pertenecen y Su creación son, que fue confiada en vosotros. No caéis por lo tanto en la emoción, ni cuando los tenéis en el lleno de afecto abrazo vuestro, ni cuando llega la muerte para separaros de ellos con crueldad. Recuerdaos siempre que no son vuestros.
Por supuesto son suyos tambien, porque vosotros los habéis dado a luz, pero en primer lugar pertenecen a Dios, con la bendición de Quien los habéis adquirido.
Quiso en ese momento y os los dio. Quiere ahora y os los quita. Entregaos sin ninguna queja y sin ninguna disputa a Su voluntad. ¿Qué es lo que Él quiere que no es benevolente, útil, justo y santo para todos?
Pero todos vosotros también, que sois casados, y no habéis sido felizes a llegar a ser padres y madres; todos vosotros que no han adquirido hijos en vuestro matrimonio, prestaos atención a estas palabras de Eva. El hecho de que no tenéis hijos, no es debido a alguna desgracia suya. Es la voluntad de Dios.
Y tal vez pensáis, que seríais felizes, si habríais tenido hijos y si habríais visto sus propios descendientes también. ¡Engaño! ¡Y un gran engaño en verdad!
La felicidad y la seguridad del hombre no está en eso, que él quiere por sí mismo sino está en eso, que Dios, el Dios benevolente, el Dios más benévolo quiere, y decide para el.
Si, mi hermano. Nosotros, ciegos muchas veces por nuestras emociones ingobernables, pedimos y deseamos, sin ni siquiera entenderlo, nuestra infelicidad, y nuestro desastre. Sin embargo, nuestro benevolente y más prudente Padre, que es en los cielos, no es jamas posible a ser engañado, ni es jamas posible a preparar nuestro desastre y nuestra infelicidad.
¿Por qué entonces no deberíamos confiar nosotros mismos a Su providencia y no deberíamos permanecer completamente confiados en lo que Él decidió y quiere para nosotros?
Hasta que Eva dio a luz también a su segundo hijo Abel, Caín estaba solo, sin ninguna otra compañía, excepto la compañía de sus padres. Por esta razón la compañía de su hermano Abel, cuando nació y creció un poco, debe haber sido muy pedida y muy agradable para el pequeño Caín.
¿Con quién más jugaría Caín, sino sólo con su hermano? Otro niño todavía no había ninguno. Solo estos dos niños vivieron, los dos solos, casi a la misma edad, compañeros solos para pasar juntos los años de su juventud de niñez.
Juntos estos dos niños a la hora de comer, juntos durante el día, juntos también durante la noche, juntos en la cabaña donde deben haber nacido y cerca de donde deben haber vivido con sus padres, juntos también en los campos y en el desierto campo y tranquilo y silencioso.
Por lo tanto, sería natural que estaban muy conectados. Así al menos cada uno de nosotros consideraría desde un primer punto de vista para estos dos hermanos. Caín debe haber sido muy aficionado por su hermano menor, Abel. Y cuanto más el tiempo pasaba y crecían mayores estos dos hermanos, cuanto más deben haberse conectados uno con el otro.
Y al menos como parece, debería su amor y su conectividad ser tan grande, hasta que uno no podría ser sin el otro; y tampoco sería posible uno a vivir sin la existencia del otro.
Y a pesar de todo esto, mi lector, los hechos fueron completamente distintos. El pecado, como ves, tanto distorsiona la naturaleza del hombre, que los mas antinaturales y los más perversos emociones y voluntades están naciendo y creciendo con la mayor facilidad dentro de nuestros deseos y en nuestros corazones.
El pecado, que en este caso también penetró en los hijos de Adán y el cual distorsionó el corazón no del benevolente y devoto Abel, sino del astuto y malicioso Caín, muy pronto presentó sus desastrosos resultados y sus desastrosos frutos que daría al siempre creciente humanidad a saborear y a probar.
Y así, como después de poco la historia de Caín y Abel nos mostrará, incluso antes de tener la oportunidad el mundo de los humanos a ser multiplicado, incluso antes de tener la oportunidad los descendientes de Adán a salir de la casa en la que fueron nacidos, el pecado los divide y los separa.
Y ocurre inmediatamente la distinción y la separación en justos e injustos, en benevolentes y malvados, en virtuosos y siniestros. E inmediatamente comienza la competencia entre la maldad y la virtud, entre justicia e injusticia. Y no tarda mucho antes de que se declara la dura, la implacable, la incluso contaminada con sangre persecución de la maldad contra la virtud desarmada.
Y si Adán con Eva representan ahora toda la humanidad, sus dos hijos, Caín y Abel, representan las dos multitudes, en las cuales está a punto de dividirse la humanidad.
Uno de ellos representa la astuta descendencia de la serpiente, el grupo multitudinario de esta gente, que están inspirados por la serpiente criminal, el astuto y homicida diablo. El otro representa los desarmados e inofensivos y inocentes corderos del descendiente de la mujer, de Jesucristo.
Oh tu, mi Cristiano, tú que sinceramente deseas y de corazon a convertirte en un cordero del corral de Cristo, no te olvides cuál es tu herencia.
Serás perseguido, serás ignorado, serás suplantado, serás calumniado, y no es una paradoja si como un cordero serás llevado para ser sacrificado.
No debes sentirte sorprendido, cuando alguno de los anteriores calamidades mencionadas se encuentra en tu camino. Esta es la historia de la virtud desde que este mundo existe; esta es la herencia de los hijos de Dios, desde que los humanos nacieron.
Estudiemos la historia de los dos primeros hijos de Adán, e inmediatamente estaremos convencidos.
Cuando los dos hijos de Adán crecieron, comenzó cada uno a ocuparse con la suya, distinta profesión. «Y Abel se convirtió pastor de ovejas, y Caín un labrador de la tierra».
Un cuidador de ovejas, un pastor guiando a los pastos sus ovejas fue uno de ellos, el más joven Abel; un agricultor cultivando y trabajando la tierra fue el otro, el mayor Caín.
Eran dos, por nobles, ambos, padres descendientes, y por exactamente de estos mismos padres, de los cuales después descenderían todos los reyes del mundo y todos del mundo los nobles.
Eran dos, Caín y Abel, únicos herederos de la tierra en esos tiempos, muy fácilmente ambos pudiendo sobrevivir incluso con los frutos silvestres, que sin ninguna dificultad serían capaces de encontrar.
Y a pesar de todo eso ves, que sus padres muy pronto se encargan para enseñarles un distinto cada uno profesión. No les dicen; comed, hijos, de esta comida preparada, que Dios nos dio.
No les muestran esa herencia vasta, que Dios les había dado, para decirles, descansaos, inútiles y perezosos, sin sudar en absoluto en ese globo de la terra, la cual, mientras viváis, es toda tuya.
Pero, ¿qué les dicen? Para comer, primero debéis trabajar. Y debéis sudar, para adquirir con vuestro propio esfuerzo vuestro pan y vuestros vestidos.
He aquí, por lo tanto, descendientes de Adán, todos vosotros que estáis leyendo estas líneas, cual es nuestro deber y nuestra obligación. La indolencia y la pereza es maldad, la cual nunca está justificada para el hombre.
Incluso si alguien es financieramente independiente, nunca debe ser inactivo. Debe estar trabajando. Y si los frutos de su trabajo le sobran a él, déjalo trabajar por el bien de los demás.
¿Existe cualquier otra felicidad mayor que no sea que nosotros trabajemos duro para proporcionar reposo a los enfermos y a los mayores, que no pueden trabajar?
¿Y existe cualquier otra mayor vergüenza que no sea que el hombre se transforme a un animal inútil, el cual ningún otro propósito no tendrá, sino solo a comer y a dormir y a gatear como gusano a las vacaciones y a los placeres?
Oh vosotros padres, que trabajáis y preocupáis con el fin de multiplicar la herencia, que dejaráis atrás a vuestros hijos. Sed bien enterados para quiénes estáis acumulando riqueza y para la herencia de quiénes os fatigáis.
¿Podría ser que vuestros hijos, para quiénes estáis trabajando, son amigos de la indolencia y de la pereza? ¡Ay de mí! en vano acumuláis riqueza y sin ningún propósito os esforzáis. Estos perezosos desperdiciarán algún día vuestros tesoros y acabarán siendo pobres y mendigos.
¿No veis a Adam? Toda la tierra era herencia suya y de sus hijos. A pesar de todo eso una de sus primeras preocupaciones era enseñar ambos sus hijos de cómo trabajar.
Y como recurso más valioso que cualquier herencia, como una riqueza más útil que cualquier otra posesión y dinero, considera la profesion y el acto de trabajar, a lo que muy temprano sus dos hijos se están acostumbrando.
Así también tú, padre, no importa quien seas y cuánta riqueza poseas, haz lo que sea necesario, si quieres garantizar la vida de tu hijo, para enseñarlo a trabajar y aborrecer la indolencia y la pereza.
No estés confundido. La única herencia segura, que puedes dejar a tus hijos, para estar seguro de que nunca serán infelices, es esta: Dales en primer lugar en sus manos la Santa Biblia enseñándoles la devoción y solidificando sus corazones en el temor del Señor.
Dales en segundo lugar una profesión útil y beneficiosa, esa preferiblemente, en la que se sienten inclinación por naturaleza, y enséñales cómo trabajar honestamente y con legalidad y a odiar la indolencia.
En ese caso, incluso si dinero no los dejas atrás como herencia, Dios estará con ellos, y asegúrate también, que nunca pasarán hambre.
Los dos hermanos, Caín y Abel, también tenían dos profesiones. Otra profesión el primero y otra el segundo. Según su propio personaje cada uno y según sus aptitudes recibió también su profesión.
Más áspero, como fue probado después Caín, está destinado a tarea más dura. Para una tarea más laboriosa, en la cual muchos sudores fue llamado a derramar. Y tal fue la tarea de cultivar la tierra, la cual cavaba y limpiaba de malas hierbas y gestionaba.
Más tranquilo y más pacífico era Abel, y más tranquila tiene la profesión. Es una profesión, con la que después se ocuparon durante algún período de sus vidas también otros grandes hombres, Moisés y David.
Y como a ellos esa profesión daba la oportunidad para pensamientos tranquilos y pacíficos en medio de la pacífica y tranquila naturaleza, igualmente fue también para Abel.
Su profesión pastoral lo atraía continuamente al campo y estando ahí solo Abel durante el día muchas veces recibía la ocasión de admirar la creación de Dios y glorificar el omnisciente y todopoderoso Creador de la naturaleza.
Y también muchas veces cuando estaba despierto por la noche con su rebaño en los tranquilos campos de los prados con el cielo lleno de estrellas otra vez, entendía aún más profundamente la grandeza del Creador, Quien todo lo creó con sabiduría.
Uno estaba cultivando los campos, el otro estaba pastando corderos. Dos profesiones igualmente útiles y necesarias. Las más antiguas, y también las más importantes y más necesarias profesiones.
Sin estas profesiones cada industria humana se vuelve inútil e innecesaria. También estas profesiones proporcionan la comida y la materia prima a cualquier otra iniciativa industrial, que la tierra ha visto hasta hoy.
El pan y la leche y la lana para nuestra ropa y la carne, todos estos todo lo que es suficiente para vivir y para vivir bien un hombre, nos los da el campo del agricultor por un lado, y el aprisco del pastor por otro lado.
Deja al granjero fuera de escena y muy pronto verás donde terminará el hombre de alto rango de la ciudad, quien se sienta tranquilo en la ciudad capital y come ya preparado el blanco y esponjoso humeante pan caliente.
Deja al pastor fuera de escena y el criador de animales y veremos que pasa a los majestuosos vestíbulos de los hoteles y a los cristales en las vitrinas de los vestidores. Deje que el grano salga de la imagen, la carne y la lana, y entonces, oh mundo, ya veremos, qué te pasará.
Verdaderamente, Dios mío, todo con sabiduría lo has creado. Sin el artista y el músico y el compositor, de quienes la profesión se considera noble y celestial, el mundo puede seguir viviendo.
Sin el discreto y despreciado agricultor y pastor, no, el mundo no puede vivir. Combinaste, oh Dios, el útil con lo humilde, lo necesario con lo barato, para que nadie sea arrogante, para que todos seamos humildes, para que nadie se jacte.
Dos profesiones diferentes tienen los dos hijos de Adán. Y así podrán cada uno ser útil también al otro.
Útil es Caín para Abel, porque le dará de los productos de sus campos. Útil es Abel también para Caín, porque le dará leche y queso y mantequilla y carne y lana para que él coma y se vista.
Y así desde el principio ya, cuando por primera vez se estableció la sociedad humana, desde cuando ellos eran una sola pareja y dos hijos de esta pareja, e incluso en ese entonces ocurre también la separación de las profesiones.
Sociedad significa exactamente eso; que muchas personas vivan juntas, que tienen muchos y varias profesiones y a dar uno al otro, y a recibir uno del otro, intercambiando su fatiga con la fatiga del otro, su trabajo con el trabajo del otro, el producto de su propio esfuerzo con el producto del otro.
La misma tarea y la misma profesión es imposible que todos la tienen. Es imposible, porque no todos están hechos para el mismo trabajo y no todos tienen la misma inclinación para la misma profesión.
Pero tampoco estaría justo, ni útil para que todos tengan la misma profesión. ¡Ay, entonces, la sociedad seria destruida y no sería capaz a prosperar.
Exactamente como con tu cuerpo también, mi lector. ¿Puede ser que todos tus miembros tengan la misma función? ¡Ay! en ese caso; tu cuerpo entonces será imposible a vivir.
Asimismo también la sociedad. Es un cuerpo, es un organismo. Es un cuerpo con miembros, cada uno de los cuales tiene su tarea, que es útil y necesaria para la conservación y el progreso de todo el organismo.
Las diversas profesiones no pueden, y no deberían faltar nunca de la sociedad. Son una necesidad social, y esta diferencia de las profesiones es la fundación, en la qual la sociedad se basa.
Esa cosa que debe ser extinta un día y probablemente será extinguida, son los llamados títulos de nobleza.
Si crees que tienes una profesión más noble que yo, que estoy trabajando desde la mañana hasta la tarde al laboratorio del zapatero o del herrero o de cualquier otro artesano, no significa con eso, que puedes y tienes el derecho para despreciarme.
Yo tambien soy miembro del mismo cuerpo, en lo que tu también perteneces. Y si quieres este cuerpo, que se llama sociedad, a seguir adelante y a progresar, no debes olvidar, que sus miembros deben vivir juntos en paz y en armonía, y que cada uno debe respetar y honrar al otro.
Fin del capítulo 1