Guardaos que vuestra justicia de no hacer delante de los hombres para ser vistos por ellos; de lo contrario, no tendréis recompensa de vuestro Padre que está en los cielos.
2Cuando, pues, hagas obras de misericordia, no hagas tocar trompeta delante de ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles, para ser alabados por los hombres; de cierto os digo, que ya tienen su recompensa.
Pero cuando tú hagas obras de misericordia no sepa tu izquierda lo que hace tu derecha, de modo que tus obras de misericordia sean en secreto, y tu Padre que ve en secreto te recompensará abiertamente.
Y cuando ores, no seas como los hipócritas, porque ellos aman en las sinagogas y en las esquinas de las calles el orar de pie, para ser vistos por los hombres; de cierto os digo que ya tienen su recompensa.
Pero tú, cuando ores, entra en tu cuarto, y habiendo cerrado tu puerta ora a tu Padre que está en secreto, y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público.
Y al orar no uséis vanas repeticiones como los gentiles; porque piensan que por su palabrería serán oídos. No os hagáis, pues, semejantes a ellos; porque vuestro Padre sabe de qué cosas tenéis necesidad antes que vosotros le pidáis.
Vosotros, pues, oraréis así; Padre nuestro que estás en los cielos; santificado sea tu nombre; venga tu Reino; hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra;
el pan nuestro de cada día dánoslo hoy; y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores; y no nos metas en tentación, sino líbranos del mal. porque tuyo es el Reino y el poder y la gloria por todos los siglos; amén.
Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial; pero si no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas.
Además, cuando ayunéis, no se hagan los tristes, como los hipócritas; que desfiguran sus rostros para mostrar a los hombres que ayunan; de cierto os digo que ya tienen recibida su recompensa.
Pero tú, cuando ayunes, unge tu cabeza y lava tu rostro, para no mostrar a los hombres que ayunas, sino a tu Padre que está en secreto, y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público.
No acumulen tesoros en la tierra, donde la polilla y el moho destruyen, y donde ladrones entran y hurtan; sino haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el moho destruyen, y donde ladrones no entran ni hurtan; porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón.
La lámpara del cuerpo es el ojo; así que, si tu ojo es bueno, todo tu cuerpo estará lleno de luz; pero si tu ojo es maligno, todo tu cuerpo estará en tinieblas. Así que, si la luz que hay en ti es tinieblas, ¿cuántas no serán las mismas tinieblas?
Ninguno puede servir a dos señores; porque odiará al uno y amará al otro, o estimará al uno y al otro menospreciará. No podéis servir a Dios y a las riquezas.
Por tanto os digo, no os angustiéis por vuestra vida qué habéis de comer o qué habéis de beber, ni por vuestro cuerpo qué habéis de vestir; ¿No es la vida más que el alimento y el cuerpo más que el vestido?
Mirad las aves del cielo, que no siembran ni siegan ni recogen en graneros, y, sin embargo, vuestro Padre celestial las alimenta; ¿vosotros no valéis mucho más que ellas?
¿Y quién de vosotros por mucho que se angustie podrá añadir a su estatura un codo? Y por el vestido ¿por qué os angustiáis? Considerad los lirios del campo cómo crecen; ellos no trabajan ni hilan; pero os digo que ni aun Salomón con toda su gloria se vistió como uno de ellos.
Y si a la hierba del campo, que hoy es y mañana se quema en el horno, Dios la viste así, ¿no hará mucho más por vosotros, hombres de poca fe? No os angustiéis, pues, diciendo, «¿Qué comeremos?», o «¿qué beberemos?» o «¿qué vestiremos?»
porque por todas estas cosas los gentiles se angustian; pero sabe vuestro Padre Quien esta en el cielo, que tenéis necesidad de todas ellas. Pero buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas.
Así que no os angustiéis por el día de mañana; porque el día de mañana traerá su propia preocupación; Basta a cada día su propio mal.