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PATROLOGOS edutainment

ENSEÑANZA A´ 

La encarnación de Dios Logos 

Nuestro Señor Jesús Cristo y Dios, hermanos mios, el Gobernante más dulce y Maestro, el creador de los Angeles y de toda creación inteligible y perceptible, 

conmovido el Señor por Su grande bondad que mantiene para nuestra generación, junto a los regalos infinitos que Él nos concedió y nos sigue concediendo durante cada día y hora y momento, 

Él condescendió y se convirtió en hombre perfecto también por el Espíritu Santo y de la sangre mas pura de nuestra Señora Madre de Dios la Siempre Virgen María, para hacernos escapar de las manos del diablo, y para hacernos hijos y herederos de Su reino, para regocijarse siempre en el paraíso junto con los Ángeles y para no quemar en el infierno con los impíos y los demonios. 

La obra de los Apóstoles 

Como un dueño de tierra tiene viñedos y campos y contrata trabajadores, así también el Señor como un viñedo tiene el mundo entero; 

y cogió a doce Apóstoles, y les dio Su gracia y Su bendición, y los envió a todo el mundo para enseñar a la gente cómo vivir bien aquí en la tierra, en paz, con amor, y después a ir al paraíso, a regocijarse para siempre; 

a arrepentir, a creer y a ser bautizados en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y a tener amor hacia Dios y hacia su hermano. 

Y a cualquier país iban los Apóstoles y la gente les daban la bienvenida, el Señor les instruyó a bendecir ese país; y otra vez, a cualquier país iban los Apóstoles y no les daban la bienvenida, el Señor les instruyó a sacudir hasta el polvo de sus zapatos y a salir de ahí. 

Así los Santos Apóstoles después de recibir la gracia del Espíritu Santo, como siervos prudentes y fieles de nuestro Cristo, corrieron como el rayo al todo el mundo. 

Con esa gracia sanaron a los ciegos y los sordos y los leprosos y los poseídos por demonios, y lo más grande de todos en el nombre de nuestro Cristo mandaron a los muertos y se resucitaban. 

Y en cualquier tierra que iban los Santos Apóstoles y la gente les daban la bienvenida, los convirtieron en cristianos, ordenaron obispos y sacerdotes, establecieron Iglesias, y bendijeron esa tierra, y se convertía en un paraíso terrenal, gozo y alegría, hábitat de ángeles, morada de nuestro Cristo. 

Pero en cualquier lugar que iban donde la gente no los recibían bien, les instruyó a quitar hasta el polvo de sus zapatos, y se quedaba en ese lugar maldición y no bendición, una residencia del diablo y no de nuestro Cristo. 

Su propio origen y misión 

Es necesario y apropiado que un profesor, cuando quiere enseñar, a examinar primero qué tipo de público tiene, y también la gente en la audiencia a examinar que clase de profesor es. 

Y yo, hermanos míos, que he sido hallado digno de estar en pie en este lugar santo este puesto apostólico por la compasión de nuestro Cristo, primero he preguntado por vosotros y he aprendido que con la gracia de nuestro Señor Jesucristo, nuestro Dios no sois Griegos paganos, no sois impíos, herejes, ateos, pero en cambio sois piadosos cristianos ortodoxos, 

vosotros creéis y habéis sido bautizados en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y sois hijos e hijas de nuestro Cristo. 

Y no solo no soy digno para enseñaros, pero ni siquiera para besaros los pies. Porque cada uno de vosotros es mas honesto que el mundo entero. 

Y también deberíais saber vuestra nobleza acerca de mi, yo lo sé, que la gente os estan diciendo cosas, pero si tal vez queréis aprender toda la verdad yo os la contaré. 

Mi patria, la falsa, la terrenal y fútil, procede de la provincia del Santo de Arta y del condado que se llama Apokouro. Mi padre, mi madre, mi ascendencia, somos cristianos ortodoxos piadosos. 

Por lo tanto yo también soy, hermanos míos un hombre pecador, peor que cualquier otra persona; pero soy sirviente de nuestro Señor Jesucristo, nuestro Dios crucificado. 

No digo que soy digno para ser siervo de Cristo, sino digo que mi Cristo me está aceptando por su compasión. 

A nuestro Cristo, pues, hermanos míos, yo creo, glorifico y adoro. A nuestro Cristo yo ruego para que Él me limpie de cada pecado espiritual y corporal. A nuestro Cristo yo ruego que me fortalezca para que yo pueda vencer los tres enemigos: El mundo, la carne y el diablo. 

A nuestro Cristo yo ruego para hacerme digno derramar mi sangre yo también por Su amor, como Él derramó su propia sangre por el amor que me tiene. 

En el caso, hermanos míos, que me fuera posible subir hasta el cielo, y gritar a un voz alta, y predicar a todo el mundo, que solo nuestro Cristo es el Hijo y Verbo de Dios, y el Dios verdadero, y la vida de todo, 

Yo queria hacerla esta pequeña cosa, y por esto camino de un lugar a otro, y enseño a mis hermanos tanto como puedo, no como profesor, sino como un hermano; porque maestro es solo nuestro Cristo. 

Su llamamiento para predicar 

Pero cómo fui motivado, hermanos míos, quiero revelaros la causa. 

Partiendo de mi patria hace cincuenta años, caminé a muchos lugares, castillos, ciudades, y pueblos, y especialmente a Constantinopla, y el tiempo más largo me quedé en el Monte Sagrado de Atos, diecisiete años, donde estaba llorando por mis pecados. 

Entre los innumerables dones que mi Señor me ha concedido, me hizo digno de adquirir un poco de griego, y también me convertí en monje. 

Estudiando el santo y sagrado Evangelio encontré dentro muchas y diferentes enseñanzas, que son todas como perlas, diamantes, un tesoro, riquezas, alegría, regocijo, vida eterna. 

Entre otras cosas encontré esta enseñanza también donde nuestro Cristo dice, que ningún cristiano debería, hombre o mujer, ocuparse sólo para si mismo como ser salvado, pero debería también ocuparse sobre sus hermanos no sea que caigan en el pecado. 

Después de escuchar yo tambien, hermanos míos esta palabra más dulce donde Cristo nos está diciendo, a preocuparnos también para nuestros hermanos, esa palabra me estaba consumiendo dentro de mi corazon por todos estos años, como el gusano que come la madera, que debo hacer yo considerando también mi ignorancia. 

Busqué el consejo de mis padres espirituales, obispos, patriarcas, les revelé mi pensamiento, preguntandoles si agrada a Dios un tal proyecto para mí a trabajarlo, y todos me urgieron a hacerlo, y me dijeron que una obra semejante es bueno y sagrado a la vez. 

De hecho, instado por Su Santidad Sofronios, el Patriarca - que su bendición sea con nosotros - y recibiendo sus sagradas bendiciones, dejé atrás mi propio progreso en el ascetismo, dejé atrás mi propio bien, y salí a caminar por el mundo de un lugar a otro y a enseñar mis hermanos. 

Predicador no materialista 

Después de que comencé a enseñar se me ocurrió un pensamiento mientras estaba caminando; que debería pedir dinero porque me gustaba el dinero y me encantaban las monedas, sí, y también las monedas de oro aún más, no como vosotros gente noble que despreciáis el dinero, ¿o no es así que lo despreciáis? 

Al estudiar en otro momento el santo y sagrado Evangelio, encontré otra palabra donde nuestro Cristo dice; 

que gratis te he dado Yo mi gracia, gratis tu también deberías darla a tus hermanos, gratis deberías enseñar, gratis deberías aconsejar, gratis deberías escuchar confesiones, y si te atreves pedir y recibir cualquier tipo de pago para la enseñanza, grande o pequeño, o incluso un centavo, Yo te daré la muerte y te mandaré al infierno. 

Después de oír yo mismo, hermanos míos, ese discurso tan dulce donde nuestro Cristo dice, que debemos servir por cortesía por nuestros hermanos, al principio me pareció pesado este dicho, luego sin embargo me pareció más dulce como un panal de miel, y glorifiqué y siguo glorificando un mil veces mi Cristo porque me guardó de esa pasión de la avaricia, 

y con la gracia de nuestro Señor Jesucristo el Dios crucificado nuestro no tengo ni monedero, ni casa, ni cofre, ni una segunda sotana que esto que llevo aquí puesto, pero todavía le suplico a mi Señor hasta el final de mi vida para hacerme digno a no llevar nunca un monedero, porque tan pronto como hago comienzo en aceptar dinero, habré perdido inmediatamente a mis hermanos, y no puedo tener ambos, o será Dios o será el diablo. 

La Santísima Trinidad La dulce doctrina ortodoxa 

Es necesario y apropiado mis hermanos cristianos, a medida que aprendemos por el santo Evangelio y por las divinas Escrituras, a empezar nuestra enseñanza con Dios, y después de terminar, a dar las gracias a Dios; no digo que soy digno a mencionar el nombre de mi Dios, pero Dios lo permite por su compasión. 

Dejamos aparte, pues, hermanos míos, las palabrerías de los impíos, de los herejes, de los ateos, y hablaremos solo lo que el Espíritu Santo ha inspirado a los santos Profetas, los Apóstoles y los Padres de nuestra Iglesia cuando nos escribieron, y otra vez no podemos hablar de todas las enseñanzas, porque no es posible; necesitaríamos muchos años para esto; pero solo algunas cosas que parecen mas importantes; y el que tiene ganas de aprender, que busque aprender también lo demás. 

El Dios más benévolo, por lo tanto, hermanos míos, y el Dios más misericordioso es único, y el que diga que hay muchos dioses, es un diablo. 

También Dios es una Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo; una naturaleza, una gloria, un reino, un Dios. 

Y Él es incomprensible, Señor inescrutable, omnipotente, lleno de luz, lleno de alegria, lleno de compasión, lleno de amor. 

No tenemos ningún ejemplo para comparar con la Santa Trinidad, porque no hay otra cosa parecida en el mundo. Pero para recibir un poco de ayuda nuestra mente, nos traen algunos ejemplos los teólogos de la Iglesia. Entre otras cosas nos traen también el ejemplo del sol. 

Todos sabemos sobre el sol que es único, y Dios también es único; y como el sol ilumina este mundo perceptible, asimismo la Santísima Trinidad, el Dios, ilumina el mundo inteligible. 

Hemos dicho, hermanos míos, que el sol es único, pero es también tres cosas juntas; tiene rayos, los cuales llegan a nuestros ojos como lineas, como hilos; también tiene luz, que se esparce en todo el mundo. 

Con el sol comparamos el Padre eterno, con los rayos el Hijo coeterno, y con la luz el Espíritu consustancial. 

Existe un otra manera aún para que vosotros entiendan la Santísima Trinidad. ¿Cómo? A confesar con franqueza, a recibir los santos Sacramentos con miedo y con reverencia, y entonces os iluminará la gracia del Espíritu Santo para entender mejor. 

Esta Santísima Trinidad nosotros, los piadosos y ortodoxos cristianos glorificamos y adoramos; es Él el verdadero Dios, y aparte de la Santísima Trinidad todos los que se llaman dioses son demonios. 

Y no solo nosotros creemos, glorificamos, adoramos la Santísima Trinidad, sino también, tantos como las estrellas del cielo, y como los granos de arena del mar, Profetas, Apóstoles, Mártires, Ascetas han derramado su sangre por el amor de la Santísima Trinidad y han conseguido el paraíso y se regocijan para siempre. 

Similarmente hombres y mujeres han negado al mundo, se han ido a los desiertos y han practicado el ascetismo durante toda su vida, y se han ido al paraíso. 

Además, hombres y mujeres han vivido en el mundo con prudencia y virginidad, con los ayunos, con oraciones, con limosnas, con buenas obras, y vivieron bien aquí en la tierra y fueron al paraíso a regocijarse para siempre. 

La infinita presencia de Dios 

No existe tal lugar de donde Dios está ausente. Deberíamos también, nosotros cristianos piadosos, cuando queramos hacer algún pecado, deberíamos considerar que Dios está dentro de nuestros corazones, que está presente en todas partes, y Él nos está viendo; 

deberíamos avergonzarnos ante los Ángeles, ante los Santos, y especialmente ante el ángel, el guardián de nuestra alma, él que nos esta vigilando. 

Ante un niño pequeño nos avergonzamos, cuando cometemos el pecado, y ¿como no vamos a estar avergonzados ante tantos Santos y Ángeles? 

Amad a Dios 

Nuestro Dios más benévolo y misericordioso, hermanos míos, tiene muchos y varios nombres; también se llama luz, y vida, y resurrección. Pero el nombre principal de nuestro Dios se llama amor. 

Deberíamos nosotros, si deseamos vivir una buena vida aquí, y despues de ir también al paraíso, y llamar a nuestro Dios como amor y padre, deberíamos tener dos clases de amor; amor para nuestro Dios, y para nuestros hermanos. 

Es natural para nosotros tener estos dos tipos de amor; lo que no es natural es a no tenerlos. 

Y como una golondrina necesita dos alas para volar en el aire, similarmente nosotros también necesitamos estos dos amores, porque sin ellos es imposible salvarnos. 

Y lo primero tenemos un deber de amar nuestro Dios, porque Él nos dió una tierra tan grande aquí para vivir temporalmente, tantos miles de plantas, manantiales, ríos, mares, el aire, el día, la noche, el cielo, el sol, etc. Todas estas cosas para quién más las creó, si no por nosotros? 

¿Qué nos debía? Nada. Todo fue un regalo; Él nos creó a nosotros seres humanos, no nos hizo animales; Nos hizo piadosos cristianos ortodoxos, y no impíos herejes; 

y aunque pecamos miles de veces cada hora, Él tiene compasión de nosotros como un padre y no nos mata para ponernos en el infierno, sino está esperando para nuestro arrepentimiento con los brazos abiertos, 

para cuando nos arrepintamos, cuando dejaremos de hacer el mal y empezar a hacer las obras buenas, a confesar, a corregirnos, para que Él nos abrace, y que nos meta en paraíso para regocijarse por siempre. 

Y ahora entonces un Dios y Señor que es tan dulce ¿no deberíamos también amarle a Él?, y si la necesidad se presenta, ¿no deberíamos derramar nuestra sangre mil veces por Su amor, como El también la derramó para nuestro amor? 

Algún hombre te invita a su casa y desea complacerte con una copa de vino, y siempre en toda tu vida le vas a respetar y a honrar; y Dios no deberías honrarle y respetarle, a Él que te dio tantas cosas buenas y fue crucificado por tu amor? 

¿Qué padre fue crucificado para sus hijos alguna vez? Y nuestro dulce Jesús Cristo derramó Su sangre y nos rescató fuera de las manos del diablo. 

Ahora ¿no deberíamos nosotros también amar nuestro Cristo? Pero nosotros no solo no le amamos, sino le insultamos cada día a través de los pecados que cometemos. 

En cambio a quien queréis que nos amemos, hermanos míos? ¿Deberíamos amar al diablo, quien nos sacó del paraiso y nos trajo a este mundo maldito y sufrimos tanto mal? 

Además, el diablo está predispuesto, porque si pudiera, en este mismo minuto, matarnos a todos y meternos en el infierno, él lo haría. 

Y ahora os pregunto, hermanos míos, para decirme que deberíamos hacer, ¿odiar el diablo, nuestro enemigo, o amar nuestro Dios, nuestro autor, nuestro creador? - Sí, Oh santo de Dios. - Muy bien lo habéis dicho, gracias por vuestras bendiciones, yo también lo digo, pero Dios a la vez necesita una base para asentarse; ¿y cual es esa base? El amor. 

Tengamos ese amor por lo tanto nosotros mismos hacia Dios y hacia nuestros hermanos, y entonces nuestro Dios vendrá y nos alegrará, y plantará dentro de nuestros corazones la vida eterna, y viviremos bien aquí en la tierra y luego iremos al paraíso también para regocijarse por siempre. 

Amad al vecino 

Nosotros en cambio no solo no tenemos el amor, sino tenemos el odio y la malicia en nuestro corazón y odiamos nuestros hermanos; 

y viene el astuto diablo y nos amarga y planta la muerte en nuestra alma y nos vivimos mal aquí en la tierra, y luego nos vamos al infierno y nos quemamos para siempre. 

Es natural para nosotros amar nuestros hermanos; porque somos de la misma naturaleza, tenemos el mismo bautismo, la misma fe, los mismos Santos Sacramentos recibimos todos, el mismo paraíso esperamos disfrutar. 

Afortunado es el hombre que fue digno y recibió en su corazon estos dos amores, hacia Dios, y hacia sus hermanos. 

Porque quien tiene a Dios en su corazón, posee todos los bienes, y el pecado no puede soportar a cometerlo; y quien no tiene a Dios en el corazón, tiene el diablo, y comete todas las maldades y todos los pecados. 

Miles de buenas obras si nos realizamos, hermanos míos, ayunos, oraciones, limosnas, y hasta derramamos nuestra sangre para nuestro Cristo, si no tenemos estos dos amores, pero en cambio tenemos odio y enemistad hacia nuestros hermanos, todas esas buenas obras que hemos hecho son del diablo y al infierno nos dirigimos. 

Pero bueno, podríais decir, allá con ese poco de odio que tenemos hacia nuestros hermanos, teniendo tantas buenas obras realizadas ¿al infierno nos vamos? Sí, hermanos míos, porque ese odio es veneno del diablo; 

y al igual que cuando metemos en cien libras de harina un poco de levadura, y tiene tanto poder y levanta toda la masa que pueda estar, parecido es con el odio; todas esas buenas obras que hemos hecho, las convierte y las transforma en veneno del diablo. 

Por aquí, mis cristianos, ¿cómo lo lleváis? ¿Tenéis amor entre vosotros? Porque si queréis ser salvados, no pidáis ninguna otra cosa aquí en este mundo que no sea el amor. 

¿Hay alguien por aquí entre vuestra noble audiencia que podría tener este tipo de amor para sus hermanos? 

Que se levante y que me lo diga, para que yo pueda orar por él, y motivar a los otros cristianos también perdonarle, para que él reciba un tal perdón, que si hubiera dado miles de monedas no lo habría encontrado. 

- Yo, Oh santo de Dios, yo amo a Dios y a mis hermanos. - Bueno, hijo mío, que tengas mi bendicion. ¿Con qué nombre te llaman? - Costas. - ¿Cuál es tu profesión? - Cuido ovejas. - El queso cuando lo vendes ¿lo pesas primero? - Lo peso. 

- Tú, hijo mío, has aprendido como pesar el queso, y yo he aprendido a pesar el amor. ¿Está la escala avergonzada de su dueño? - No. - Ahora déjame también pesar tu amor, y si es verdadero y no es falso, entonces oraré por ti también, y voy a pedir de todos los cristianos también que te perdonen. 

- ¿Cómo puedo entender, hijo mío, si tu amas tus hermanos? Yo ahora por aquí por donde camino y enseño por el mundo, yo digo que amo a mi compañero Costas tanto como a mis propios ojos; pero tu no lo crees; me quieres probar primero, y entonces me creerás. 

Yo tengo pan para comer, tú no tienes; ahora si yo te doy un pedazo a ti también, que no tienes, así es como revelo que te amo. En cambio, ¿si yo como todo el pan mientras tú pasas hambre, qué revelo? Que el amor que tengo para ti es falso. 

Yo tengo dos copas de vino para beber, tú no tienes ninguno; si te doy a ti también un poco para beber, entonces revelo que te amo. Si en cambio no te doy, entonces el amor es falso. 

Estas triste; tu madre ha muerto, o tu padre; si vengo para consolarte, entonces es verdadero mi amor. Si en cambio, tú lloras y lamentas y yo como, bebo, y bailo, entonces mi amor es falso. 

- ¿Le amas a ese pobre muchacho? - Lo amo. - Si lo amabas, le comprarías una camisa porque esta desnudo, y entonces el también rezaría para tu alma. ¿No es así, mis cristianos? Con amor falso no podemos ir al paraíso. 

Ahora, si quieres hacer tu amor tan puro como el oro, ve adelante y viste a los niños pobres, y entonces voy a pedir a todos a perdonarte. ¿Lo harías? - Lo haré. 

- Queridos cristianos, Costas ha entendido, que el amor que tenía hasta ahora era falso, y quiere hacerlo puro como el oro, a vestir los niños pobres. Y porque le hemos cansado, os ruego a decir para querido Costas tres veces: Que Dios lo perdone y tenga piedad de él. 

La Santa Creación Las diez órdenes de los ángeles 

El más benevolente, por lo tanto, y misericordioso Dios es amor y se llama amor; es Trinidad y se llama Trinidad. Motivado el Señor por Su compasión creó primero diez batallones de Ángeles. 

Los Ángeles son espíritus de fuego, inmateriales, como es nuestra alma. Cada batallón es numerosa como las estrellas del cielo. 

¿Quien impulsó a Dios y los creó? Su compasión. También debemos, hermanos míos, si queremos el derecho a llamar padre a nuestro Dios, ser compasivos, esforzarnos para que nuestros hermanos se regocijan, y entonces podemos llamar a Dios como padre: «Padre nuestro que estás en los cielos...» 

Pero si somos inclementes, de corazón duro y hacemos que nuestros hermanos se amargan y ponemos la muerte en sus corazones, no deberíamos llamar a nuestro Dios como padre, sino el diablo, porque es el diablo que quiere que hagamos nuestros hermanos ser amargados, y no Dios. 

Así pues, hermanos míos, el primer batallón de los Ángeles de lo que hablamos anteriormente, cayó en orgullo e intentó ser glorificado igual que Dios. 

Desde el punto en que fuera un ángel luminoso y resplandeciente, se convirtió en un demonio más oscuro, y enemigo de los humanos; y está condenado a quemarse para siempre en el infierno. Y cuando oímos del diablo, sabemos que él es quien fue una vez el ángel principal; 

sabemos que él es quien engaña a la gente a exhibir arrogancia, a asesinar, a robar; 

sabemos que él es quien entra en un hombre muerto y le hace aparecer como vivo y le llamamos vampiro; 

sabemos que él es quien también entra dentro de un hombre vivo y lleva encima la imagen de Cristo, de la Virgen María o de algún Santo, corriendo arriba y abajo como poseído, y dice que hace milagros. 

Es él el diablo él que entra dentro de una persona y le hace epiléptico y le hace demoníaco. 

Y que sea Dios glorificado porque nos ha ofrecido tres armas con los cuales podemos luchar contra él. Y si hay por aquí alguien de vosotros quien se vuelve poseído, y quien desea aprender las medicinas, es fácil; 

la confesión, el ayuno y la oración. Cuanto más se confiesa una persona, cuanto más se confiesa y reza, cuanto más se quema y huye el diablo. 

Cuando cayó el primer batallón de su rango de gloria angelical y se convirtieron en demonios, los nueve batallones restantes se humillaron y se inclinaron en adoración de la Santísima Trinidad y permanecieron en su lugar para regocijarse por siempre. 

Nosotros también deberíamos, hermanos míos, reflexionar acerca de lo malo que es el orgullo; derribó al diablo desde lo alto de la gloria angelical y ahora debe quemarse en el infierno para siempre; y también, como la humildad preservó los Ángeles en el cielo a regocijarse por siempre en esa gloria de la Santísima Trinidad. 

También deberíamos reflexionar que el Dios más benevolente odia a los orgullosos y ama a los humildes. 

Y no sólo Dios, sino que nosotros también, cuando vemos a alguien humilde, le vemos como un ángel, nos hace querer abrir nuestro corazón y ponerle dentro; pero cuando vemos a alguien orgulloso, le miramos como si fuera el diablo, y volteamos la cara a otra dirección para no mirarle. 

Evitemos entonces, hermanos míos, el orgullo, porque es la hijo mayor del diablo, es el camino que nos lleva al infierno, y en cambio tengamos humildad, porque es angelical, es el camino que nos lleva al paraíso. 

¿Cómo están las cosas aquí para vosotros? ¿Preferís amar el orgullo? o la humildad? El que ama la humildad, que se levante para decírmelo, para que yo pueda orar por él. - Yo mismo, hombre santo de Dios, amo la humildad. - Quítate la ropa, ponte alguna ropa pobre, y empieza a caminar por la plaza. 

¿No estás dispuesto a hacerlo? ¿Te da vergüenza? Haz otra cosa. Córtate la mitad de tu bigote y sal al bazar. ¿Tampoco harás esto? No te lo digo esto solo a ti, sino para que escuchen los otros también; no deberíais decir que sois humildes. 

¿Tambien me veis a mi con esta barba? Está llena de orgullo, y ojalá que Dios la desarraiga de nuestros corazones. 

Un cristiano necesita dos alas para volar para ir al paraíso, la humildad y el amor. 

La Creación del Mundo 

Cuando cayó el primer batallón de ángeles y se convirtieron en demonios, entonces mandó el Dios misericordioso y este mundo fue creado. Y desde la época en que Él creó el mundo han pasado 7,288 años. 

Este mundo sin embargo es como un huevo, y así como la yema es en el centro del huevo, así está hecha la tierra por Dios para estar allí sin tocar en ningún otro lugar. 

Y así como la clara de huevo está alrededor de la yema, así es el aire en la tierra. 

Y así como la concha está alrededor, así también el cielo está alrededor de la tierra. El sol, la luna y las estrellas están adjuntos en el cielo. 

La tierra es redonda, y por donde va el sol, ahí se hace de día, mientras que la noche es la sombra de la tierra. 

Aquí ahora mismo tenemos noche, en otro lugar es el amanecer; y así como hay gente aquí sobre la tierra, también hay algunos debajo de la tierra. 

Por eso los Santos Padres han dictaminado que debemos colorear los huevos rojos durante la Pascua. Porque el huevo simboliza el mundo, mientras que el color rojo simboliza la sangre de nuestro Cristo, que derramó en la Cruz y santificó todo el mundo. 

Nosotros también deberíamos regocijarnos y estar contentos mil veces, porque Cristo derramó su sangre y nos compró de las manos del diablo; pero también debemos llorar y lamentarnos, porque nuestros pecados crucificaron al Hijo de Dios, nuestro Cristo. 

Dios mandó y se hicieron los siete días; y como primer día hizo el Domingo y lo guardó por Él mismo; 

y los otros seis días nos los dio a nosotros para trabajar por los asuntos falsos y terrenales, y durante el Domingo a parar el trabajo y a ir a nuestras iglesias para glorificar a nuestro Dios, a estar con reverencia, y a escuchar al Santo Evangelio y los otros libros de nuestra Iglesia. 

¿Que nos ordena nuestro Cristo a hacer? A meditar sobre nuestros pecados, sobre la muerte, sobre el infierno, el paraíso, nuestra alma que es mas preciosa que el mundo entero, 

nos debemos comer y beber moderadamente, y del mismo modo a vestirnos moderadamente, y el tiempo restante a usarlo para nuestra alma, a convertirla en esposa para nuestro Cristo, y solo entonces podemos llamarnos seres humanos y ángeles terrenales. 

Pero si nos preocupamos con que comer, que beber, como cometer los pecados, como adornar este cuerpo apestoso, que mañana se lo comerán los gusanos, y no importarnos del alma que es eterno, entonces no deberíamos llamarnos seres humanos, sino animales. 

Haz tu cuerpo por lo tanto un sirviente del alma, y entonces podréis llamaros seres humanos. 

El primer dia Dios mandó y se hizo la luz. El segundo día, el cielo, la tierra, las aguas, el viento etc. 

Al tercer día crecieron las hierbas y las plantas. En el cuarto día el sol, la luna y las estrellas. 

En el quinto día el mar, los pescados y los pájaros. En el día del viernes mandó a la tierra para producir todos los animales. 

La creación del hombre 

El hombre y la mujer en el mundo todavía no estaban. Dios recibió barro de la tierra y creó un hombre como nosotros, y sopló en él y le regaló un alma eterna. 

Y como nosotros los seres humanos ponemos harina y agua y los amasamos y hacemos una barra de pan, así también hizo Dios. 

También debemos reflexionar que es el cuerpo y que es el alma. El cuerpo es tierra y mañana los gusanos lo comerán, y esta destinado el alma a regocijarse por siempre en el paraíso, si ha hecho buenas obras. 

Este mismo cuerpo que veis, hermanos míos, es la vestidura del alma. El alma es el hombre real; es el alma la que ve, escucha, habla, camina, practica las ciencias, da vida al cuerpo y no deja que se descomponga. 

Y cuando sale el alma, entonces el cuerpo apesta, y se lo comen los gusanos. El cuerpo tiene los ojos, pero no ve; tiene las orejas, pero no oye; del mismo modo con los demás sentidos del cuerpo. Todos son activados por el alma. 

- ¿Lloráis por los muertos? - Los lloramos. - Por lo que parece, sentís dolor por ellos. ¿Y cuántos días los conserváis? - Dos, tres horas. - ¿Tanto amor solo tenéis para el desafortunado? 

A partir de hoy no enterráis al muerto inmediatamente, pero guíalo durante veinticuatro horas; y reunirnos todos, jóvenes y viejos, y reflexionadlo bien, porque mejor profesor no hay otro que la muerte. 

Y no lloréis mucho por los muertos, porque os hacéis daño a vosotros mismos y a ellos. Y las mujeres que guardáis sucios pañuelos de luto tiradlos a la basura. 

Cuando Dios creó al hombre, entonces el más misericordioso le quitó una costilla y formó a la mujer, y se la dio a él como compañera. Como igual Dios la creó la mujer al hombre, no como inferior. 

- ¿Cómo estimáis a las mujeres aquí? - Como inferiores. - Si, hermanos míos, queréis ser mejores vosotros hombres que las mujeres, entonces debes realizar también mejores obras que ellas; 

porque si las mujeres hacen mejores obras y ellas van al paraíso y nosotros nos vamos al infierno, ¿qué ganamos? 

Somos hombres y sin embargo actuamos peor. Yo observo por donde camine y predique; Hablé una palabra para las mujeres y ellas lo consideran a quitar los superfluos pendientes, y anillos, y ellas inmediatamente obedecieron. Y veo que se vayan corriendo a la confesión. 

Y también dije una palabra para los hombres; es natural para un hombre cuando cumpla cincuenta años a dejarse crecer la barba; pero veo aquí algunos que tienen sesenta y ancianos de ochenta años, y todavía se afeitan. 

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La liberación del hombre 

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Medios para la Salvación de la humanidad Centros Espirituales 

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Escuelas Cristianas 

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Conclusión de la enseñanza 

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