Dios por tanto bendijo a Adán y Eva y les dio autoridad y derechos de soberanía sobre toda la tierra.
Y Dios no se contenta solo con eso. También tiene especial cuidado con respecto al alojamiento y la vivienda del hombre, para que su vida sería tanto como sea posible mas cómoda y agradable.
Y para este propósito, Dios prepara un jardín maravilloso, el jardín del Edén, un verdadero paraíso terrestre de deleite y comodidad, y puso ahí los protoplastos, «para que lo cultivara y lo guardara».
No construye, por lo tanto, un palacio majestuoso, con columnas de mármol y con joyas de oro y con puertas de hierro y bronce
y con escaleras que brillarían de blancura y con salones vastos decorados con abundantes muebles,
con suelos de nogal o de cualquier otro madera valiosa, con las paredes decoradas con obras de escultura y con mosaicos.
No. Por palacio Dios le da a Adán ese maravilloso jardín, en el cual techo era el cielo y suelo era la tierra.
¿Hubo alguna vez algún otro palacio, con mas majestuoso y más hermoso techo y más hermoso suelo que estos?
¿Alguna vez fue capaz una mano humana a representar y a pintar en el techo incluso del más maravilloso y más rico palacio la belleza y la gloria, con la que se viste el cielo con la infinidad de sus estrellas durante la noche y con la luminosidad y la deslumbrante luz del sol durante el día?
O acaso ¿lograron la gente alguna vez incluso con los jardines colgantes, por los cuales una reina gasto una vez muchisimo para hacerlos, e incluso con las exquisitas y raras macetas de flores, que cuidadosamente las están cuidando,
acaso, decimos, alguna vez lograron decorar sus salas y sus salones, como está decorada incluso ahora después de la transgresión y el pecado de Adán la tierra con sus bosques y con su flora?
¡Ah! no; ni salones, ni comedores, ni dormitorios, ni guardarobes para mantener su ropa tiene Adán con su esposa, ni lavabos y cuartos de baño.
La sombra de los árboles, el césped de la tierra, los ríos con su fresca y limpia agua eran aptos y suficientes para sustituir todo lo que después la enfermedad humana y la debilidad y la vanidad han creado.
Porque los protoplastos en aquellos tiempos, aparte de que tenían un salud de cuerpo, que nosotros, no solo no hemos nunca visto en nuestras vidas, sino que tampoco la hemos jamas imaginado, tambien tenían un medio ambiente muy hospitalario y muy sereno, porque la tierra todavía con las criaturas en ella no se había vuelto salvaje, como se puso salvaje después, cuando ocurrió la infracción.
Tambien tenían la inocencia, por la cual, mientras estaban desnudos, no se avergonzaban uno del otro, ya que la gracia de Dios los cubría.
Y esto fue la mayor fuente de su felicidad. Porque esta inocencia, fue el resultado de su pureza de todos los pecados y de la comunicación, en la cual siempre se quedaban hacia Dios.
Y precisamente, lector mío, desde la época que el hombre perdió esta inocencia suya y se encontró en la necesidad a vestirse con ropa, con los cuales cubre su desnudez, desde entonces empezó a construir también chozas al principio, y grandes edificios después para ser alojado debajo de ellos.
Precisamente desde entonces la felicidad voló desde la tierra y la estamos cazando ahora, nosotros humanos, sin poder nunca a alcanzarla.
Y la gente fabrican ropa hecha de seda e incluso ropa bordada en oro. Construyen palacios y mansiones. Pero en vez de alcanzar la felicidad ahí adentro, ella se escapa de ellos, se les escapa aún más lejos.
¿Y a dónde va? Donde la inocencia permanece y la astucia no se conoce y la malicia de la vida.
Y porque ocurre que esta inocencia la encuentras más a menudo en las cabañas de los pastores y en las casas empobrecidas de los campesinos y de la pobre gente, no te debe parecer una paradoja el hecho que en los palacios con las hermosas canicas y adornos de oro más raramente encuentras la felicidad, mientras la encuentras, relativamente siempre, y tanto como la, después de la transgresión, situación desarrollada lo permite, entre los pobres y la gente que vive con natural sencillez.
Como se parecia ese jardín y ese Paraíso del Edén? ¡Que cosa maravillosa, que sueño, que hermosura, que belleza!
Deberías considerar, mi lector, que en esa época, que los protoplastos aún no habían pecado, la tierra aún no se había vuelto salvaje como se volvió loco salvaje.
Su terreno y su suelo no era seco e infértil. Sus árboles y su césped estaban siempre frescos, abundantes, llenos de vegetación y vida.
El mejor jardin de hoy parecería ser un desierto, sin ningún encanto y sin ninguna belleza, si tuviera que ser comparado a la frescura y la vegetación, que presentaba toda la tierra durante esa época.
Toda la tierra era un paraíso en comparación con la situación en el que luego se degeneró después de la transgresión de Adán.
Y como si, no fueron entonces suficientes las tantas delicias y las tantas bellezas de este paraíso vasto, que se llamaba tierra, por el bien del hombre también planta un nuevo jardín.
Un paraíso dentro en un otro paraíso, un verdadero milagro de deleite y placer, donde en comparación con este toda la belleza de la tierra parecía un lugar desierto y pobre.
¡Que lugar más maravilloso debe haber sido el Paraíso! El sol nunca ha visto un tan brillante y tan hermoso lugar. Era la gloria de la tierra el Paraíso del Edén.
¡Era la tierra en su punto más alto de su gloria, de su belleza, de su floración, de su frescor, de su riqueza!
Un verdadero paraíso terrestre, una imagen brillante del otro Paraíso, que se encuentra en los Cielos, y que se llama Reino de los Cielos.
¿Y que hay, que no se encontraba dentro de ese maravilloso jardín? Árboles extremadamente altos, sino también ramitas y arbustos, los clones de los cuales estaban tocando la tierra.
Árboles, en los cuales resonaba el dulce y variable canto de los pájaros, una verdadera armonía, que complacía los oídos de los protoplastos más que cualquier otra música y mas dulce que cualquier otro instrumento musical de esos, los cuales después la gente inventaron.
Árboles de hoja ancha con sombra espesa y árboles con hojas pequeñas y delgadas, los cuales daban una sombra ligera.
Flores y hojas con muchas y variadas coloraciónes y variedades de maravillosos olores, que vertían perfume encantador y agradable en el aire.
Allí podrías encontrar todo lo que podría agradar el ojo, el sentido del olfato, y cada sensación en general.
Pero hasta los árboles con las diversas frutas, diversas en la forma, diversas en el color, diversas en el aroma, también diversas en su sabor, y en su dulzura.
Y para usar la lengua de la Sagrada Biblia, «Dios hizo brotar de la tierra toda clase de árboles atractivos a la vista y buenos para comer».
Y aparte del resto de los árboles, en un lugar donde mejor se podrían ver y ser distinguidos no solo por su forma y por su tamaño, sino también por la ubicación que fueron plantados, existían dentro del Paraíso dos árboles de gran importancia.
Uno de ellos se llamaba «el arbol de la Vida» y el otro se llamaba «el árbol del conocimiento del bien y del mal».
¿Con qué propósito Dios ordenó a brotar allí estos árboles, y con qué propósito se les dio a ellos estos nombres, lo diremos en una siguiente mención.
Ahora, amigo lector, deseo ocuparme un poco con la queja que están causando dentro de nuestro corazón todas estas cosas que hemos aprendido sobre este Paraíso del gran placer.
¡Ah! Eva, ¿que nos has hecho? ¡Ah! Adán, ¿dónde has nos tirado? ¡Desde que lugar tu pecado nos ha expulsado y a que exilio nosotros miserables hemos sido degradados! ¡Qué nos hemos perdido, los desdichados y que felicidad se ha escapado de nuestras manos!
El multimillonario quien pierde su riqueza y se deteriora hasta el punto de morir sin poseer nada y el rey quien es expulsado desde su trono y es enviado al exilio, no pierde y no sufre lo que hemos perdido y lo que hemos sufrido todos los humanos por culpa de los protoplastos.
Nos hemos perdido el Paraíso. Si podéis, mostradme aquí en este mundo algo que se lo parezca en la riqueza, en la gloria, en la belleza, en el deleite.
¡Nos hemos perdido el Paraíso! no gimas y no te lamentes, mi hermano. Nos hemos perdido el Paraíso en la tierra, pero gracias a la misericordia de Jesucristo, el Paraíso de los cielos permanece abierto y podemos entrar en él y permanecer allí a la eternidad.
Comparado con este Paraíso el jardín del Edén era una sombra, un tipo, una imagen. Edén estaba perdiendo su brillo y su belleza comparado con el brillo del cielo.
Este paraíso, por tanto, ten cuidado, mi lector, a no perder. De este disfrute ten cuidado, a no ser excluido. Esta alegría y esta bienaventuranza ten cuidado, a no perder.
¡Ay, si lo perdemos! Si ahora por la pérdida de Edem nos lloramos y nos lamentamos, imagina lo que haremos entonces, cuando finalmente cada esperanza nuestra será eliminada y nos encontraremos por siempre avergonzados y miserables.
Es momento ahora de aprender, mi querido lector, que era el árbol de la vida y que era el árbol del conocimiento del bien y del mal.
El árbol de la vida a qué árbol de hoy parecía no sabemos.
Solo sabemos, que se encontraba en el medio del Paraíso, que era un árbol natural como los otros con tronco, con ramas y con hojas, y que estaba dando frutos, que tenían elegancia y fuerza extraordinaria, maravillosa, única, que especialmente a este árbol y a sus frutos Dios había dado.
¿Cual era esta extraordinaria y única elegancia y fuerza? Estas frutas le estaban dando inmortalidad al uno, quien las comería.
Por tanto, los protoplastos en estas frutas estaban encontrando la medicina contra la muerte corporal.
Porque si bien es cierto que Dios los había creado inmortales, todavía permanecía en su poder y dependía de ellos permanecer inmortales y nunca conocer la muerte.
Es decir, si ellos habían permanecido fieles en su obediencia hacia Dios y si no hubieran pecado, entonces con la fuerza y la gracia, que habrían recibido comiendo las frutas del árbol de la vida, seguirían siendo inmortales.
Podríais decirme ¿cómo podría un árbol de madera con frutos materiales a tener un tal poder, para poder mantener el cuerpo humano en inmortalidad?
Y os responderé, que este poder de la inmortalidad no lo tenia por supuesto por sí mismo ese árbol. Tampoco podría jamas tener por sí mismo una tan maravillosa y asombrosa propiedad.
La fuente de la vida, el creador de la misma, es Dios. Dios, por lo tanto, en cuyo comando todo se desploma y todo es posible, ordenó que las frutas de este árbol a ser el alimento de la inmortalidad, con el cual el cuerpo del hombre permanecería en la condición de la incorruptibilidad y de la inmortalidad, con el cual Dios los había creado!
¡Eh! ¿que creéis? Cuando Dios lo ha mandado, ¿podría a no pasar? Y cuando Dios dio en esa madera ese poder, ¿podría esa no tenerlo?
¡Ah! diría la madre en duelo, ¿por qué no podría yo también tener de ese fruto, para dárselo a mi hijo y que no se muere?
¡Ah! gritaría la esposa vestida de negro, por qué no puedo con todo lo que tengo comprar de este fruto para salvar de la boca de la tumba mi joven esposo, que se está muriendo y me deja sola!
¡Ah! está gimiendo toda la humanidad, ¡por qué no encontro en ninguna parte este fruto de la vida, este árbol inmortal, para golpear justo en la cabeza ese negro y horrible tirano que me tortura y me hace derramar lágrimas amargas, es decir, la muerte!
Bendito es el Dios, mi hermano. Nos quitó después de la transgresión de Adán el arbol de la vida por compasión y gran benevolencia, y nos dio como reemplazo el pan de vida, el cuerpo vivificante de Cristo por la vida eterna y dichosa.
Ahora, como degeneró la vida del hombre después del pecado, Dios dijo, esta es una vida privada, amarga, llena de sospiros.
Es mejor por tanto que no sea esta vida. Déjalo quedarse aquí en este mundo el hombre cincuenta, sesenta, setenta, incluso cien años para que él se desarrolle y que luego se marcha de este lugar de su convicción y de su exilio.
Sería un terrible tormento para el a vivir eternamente una así penalizada y amarga vida. Que se mueran por lo tanto la gente. No importa.
Déjame darlos, sin embargo, dijo Dios, otro remedio de inmortalidad, una jarra de vida verdadera, que les dará la vida eterna y dichosa de los Cielos y que con el tiempo resucitará en la gloria también los descompuestos dentro de las tumbas cuerpos de ellos.
Y este remedio, del cual la imagen y tipo y sombra era ese árbol del Edén, hoy se llama Pan de Vida;
¿y sabes quien es, mi querido lector? Jesucristo. El cuerpo venerable y el más puro y más sagrado Sangre de nuestro Salvador, hombre y Dios a la vez.
Sedientos y hambrientos caminantes de la vida, que buscan la paz y no la halláis, la vida eterna y no la encontráis por ningun lado, recibid, comed y beved desde el grial de la vida, que Él sostiene en Sus Santas manos el Hijo de la Virgen María el Hijo de Dios.
Comed y beved, no como Judas, es decir, con el corazón sucio y con el alma negra por el pecado.
Comed y beved con contrición y con humildad, como pacientes que pueden sentir su condición miserable y van al medico con el deseo de encontrar su salud y con la disposición a cumplir a sus instrucciones.
Comed y beved después de haber previamente preparado a través del arrepentimiento sincero, vuestra alma para recibir este remedio que salva vidas.
¡Oh! entonces Cristo vivirá dentro de vosotros, y cuando Cristo será revelado durante la segunda venida glorioso y brillante, entonces vosotros también «con Él serán manifestados en gloria».
Algunos dijeron, que el árbol del conocimiento del bien y del mal era la higuera y que consecuentemente la fruta prohibida era el higo.
Y sostienen esta idea suya en el hecho de que los protoplastos, cuando después de la transgresión se dieron cuenta de que estaban desnudos, para cubrir su desnudez tomaron hojas de higuera «y se hicieron delantales», como dice la Santa Biblia.
Pero esto no prueba nada. Porque si han preferido las hojas de la higuera los protoplastos, lo hicieron esto probablemente porque estas hojas son anchos y gruesos y por lo tanto podrían más fácilmente ser usados para el propósito, que los querían.
Esta idea, por lo tanto, que el árbol del conocimiento era la higuera no se sostiene por ningún lado, y no tiene ningún verdadera y merecida de discusión fundación.
¿Pero cual entonces era ese arbol del conocimiento del bien y del mal? No lo sabemos. Como no sabemos también cual era el árbol de la vida.
Solo sabemos, que era un arbol y que llevaba frutos. También podemos entender, por qué fue nombrado árbol del conocimiento del bien y del mal.
Fue nombrado así, no porque con sus frutos, cuando la gente los comería, recibirian algun útil conocimiento y que salva vidas.
No, en absoluto. Porque entonces cómo podría Dios haber prohibido a Adán y Eva a comer de estas frutas?
Fue nombrado árbol del conocimiento, porque a través de la prohibición, que Dios dio a no comer de los frutos de este árbol, antes de todo aprendían Adán y Eva, cual es la voluntad de Dios.
Y cuanto más mantendrían este mandamiento de Dios, aún más comprenderían cuánto benevolente, cuánto beneficioso, cuánto salvavidas, es la voluntad de Dios.
Y aún más serían iluminados sobre cuánto desastroso y cuánto dañino es cuando alguien no obedece al mandamiento de Dios.
Y así se convertiría en una motivacion este árbol para que los protoplastos alcancen la perfección, para confiar en la benevolencia, para experimentar la alegría y la felicidad, que la benevolencia da al hombre, a convertirse en similares tanto como sea posible a Dios, y a recibir de esta manera más conocimiento no sólo de la bondad sino también del mal.
El mal sin embargo no lo iban a conocer por experiencia. Lo iban a conocer de la misma manera que lo sabe Dios también, Quién como tan infinitamente santo que es no tiene ninguna relación con el mal.
Dios, sin embargo, conoce el mal. Lo sabe pero no por experiencia; lejos de nosotros esta blasfemia; pero lo sabe en teoría.
Como también un médico sabe que la estricnina y el arsénico son venenos terribles, aunque él mismo nunca intentó de tomarlos. Porque, si los había tomado, moriría.
Ese tipo de conocimiento recibirían los protoplastos también sobre el mal. Sin probarlo y sin, por experiencia, llegar a probarlo, sabrían perfectamente que terrible desgracia lo sigue de cerca y que catástrofe trae sobre el hombre.
¿Pero si Adán fuera engañado y comería de esa madera del conocimiento, como sucedió después, qué pasaría entonces? ¿No recibiría entonces ese conocimiento, de lo que estamos hablando? ¿No sabría el bien y el mal?
¡Pobre de mí! ¡Que desgracia! Él lo sabría, por supuesto, como de hecho llegó a conocerlo, pero de una manera pervertida ahora y muy dañina.
¿Por qué? Porque ahora perdería lo bueno que tenía en sus manos y comprobaría el mal, pero ahora a través de la experiencia él llegaría a conocer, cuanta miseria hay en el y que catástrofe trae al hombre.
Y así sucedió. Los protoplastos comieron de ese fruto. E inmediatamente la inocencia, con la cual Dios les había dotado y la felicidad, la cual disfrutaban, se les escapó de las manos.
Y cayeron en la desgracia y en la aflicción, que el mal crea y el pecado, que ellos cometieron.
Y como, alguien sano, cuando pierde su salud, y una enfermedad dolorosa y con gran aflicción se hace cargo de él, entonces mejor se da cuenta que posesión tan valiosa era la salud que perdió y se siente con los dolores, que sufre, que cosa mala es la enfermedad, que sufre, así también los protoplastos.
Perdieron su felicidad. Cayeron en el mar abierto de la desesperación. Y se lamentan lejos del Paraíso y la tierra del placer.
¡A que precio alto han pagado el conocimiento, que querían recibir de una manera diferente a la, que Dios les enseñó!
Y con que dolor el árbol del conocimiento les enseñó el conocimiento del bien y del mal, que seguramente iban a obtener, sin sacrificios y sin lamentos!
Así fue el Paraíso, mi querido lector. Superior que cualquier description, más perfecto que cualquier otra cosa que cualquiera pueda imaginar, un jardín que no habían plantado manos de hombres, sino las manos de Dios.
«Y tomó el Señor Dios, añade la Santa Biblia, el hombre, a quien creó y lo puso en el paraiso del placer para que lo cultivara y lo guardara».
Presta atención a estas palabras, mi hermano. Cuanto más simples son, cuanto más su significado es grande y alto.
En primer lugar nos informan, que el hombre no fue creado dentro del Paraíso. Dentro del Paraíso entró después. Dios lo puso allí después. Y para que Dios lo haga así, parece que tiene alguna razón importante y muy didáctica.
Me pregunto ¿cuál podría ser esta razón? Simplemente, Dios quería hacer a Adam entender, cuanto benevolente se había mostrado hacia el su Creador y cuanto se preocupaba paternalmente para su felicidad.
Cuando entraría ahí dentro Adán, bien entendería, que este Paraíso no le pertenecía legítimamente, ya que en realidad no fue nacido y tampoco fue creado en el. Alguien más lo había plantado y alguien más lo gobernaba. Es decir, Dios.
Y Adán por lo tanto inmediatamente escucharía algo como una voz, la cual le diría: «Ves, Adán, cuanto Él te ama, Él, que te creo? ¿Ves lo que preparó para ti y lo que te da?
Todo este hermoso lugar, que ves frente a ti, lo plantó Él y es Suyo. Él lo plantó por ti. Él te lo da, para hacerte feliz. Y depende de ti solo que te quedes aquí dentro para siempre y tener la felicidad como tu compañera inseparable.
Ten cuidado, Adán a permanecer fiel y agradecido a Él, quien tanto te quiere y está tan interesado y se preocupa por ti.
Ten cuidado, Adán que no se te escapa de tus manos esta felicidad, que tu Dios te está dando. Ten cuidado a no perder el Paraíso y a no ser expulsado de este maravilloso jardín de las delicias».
Fue, por lo tanto una pedagogía sabia de Dios hacia Adán el hecho de que Él lo creó fuera del Paraíso y le introdujo en ese jardín brillante después.
Y le introdujo en el Paraíso del placer «para que lo cultivara y lo guardara». No le introdujo allí para que el se siente inactivo y perezoso, sin hacer nada, y solo para que el se entretiene o que el se convierta en un gran y nunca antes visto holgazán.
De lo contrario. El hombre debe trabajar. Y el que no trabaja, como dijo después el divino Pablo, no tiene derecho ni siquiera a comer.
Y Adán por lo tanto tenía que trabajar. Con la única diferencia que el trabajo sería agradable para él.
No sería un trabajo laborioso que le agotaría sus fuerzas y le paralizaría su organismo. Sería una especie de ejercicio agradable que más bien le aliviaría el cuerpo y añadiría en él mayor placer.
No sería un esfuerzo perdido y injusto como ese, que esta haciendo hoy el pobre agricultor o el jardinero, cuando, después de regar su campo o su jardín con muchos sudores y se afana para cultivarlos, viene a la hora de la floración o de la cosecha alguna desastre natural y lo arruina todo.
No; Adán trabajaría cómodamente, agradablemente, pacíficamente, y la tierra por debajo le daría la bendicion de Dios abundante, excesiva, rica.
Y así después de una ligero y muy agradable esfuerzo Adam comería su comida, más dulce y se sentaría a su mesa con mucho mas apetito y con mucho mas placer se acostaría para dormir.
Se regocijaría más y se disfrutaría aún más, cuando vería él, que las frutas que comía, estaban aumentando también por su propio esfuerzo, y los árboles, que con su sombra le daban reposo, crecían y aumentaban también por su propio cultivo y cuidado.
Y te enseña ahora, mi hermano, este ejemplo de Adán, que el trabajo corporal es consistente con el trabajo que alguien debe hacer para la desarrollo de su alma.
Porque Adán fue ingresado en el Paraíso principalmente para perfeccionarse spiritualmente. Y sin embargo ves claramente, que el Creador le asigna trabajo corporal tambien. Lo que significa, que también el trabajo corporal contribuía al alto propósito del refinamiento de Adán.
Por tanto, Cristiano mio, trabaja para la formación de tu alma. Pero trabaja también tu empleo de subsistencia, tu profesión, tu oficio, con lo que buscas ganar tu pan de cada día.
Trabaja en esta tarea con honestidad, con justicia, con temor de Dios, con verdad, con diligencia, con amor. Y tenga la certeza, que ejecutas un mandato de Dios.
No tengas ninguna duda, que realizas un trabajo que agrada a Dios, una obra de virtud, un obra de desarrollo espiritual, y solo es suficiente que el amor y la justicia son eternos compañeros tuyos.
No olvides nunca, que la pereza y la ociosidad, como los antiguos decían, es la madre de todos los males.
Dios, como dijimos, introdujo Adán en el Paraíso del deleite «para que lo cultivara y lo guardara». ¿Qué significado tiene la palabra «cultivar», ya dijimos en el anterior. Ahora es el momento de aprender que significado también tiene lo «guardar el Paraíso».
Adán a guardar el Paraíso. Extraño, podría decirse. ¿Existían también en ese entonces ladrones y asaltantes, que estaban al acecho para robar de este maravilloso jardín la abundancia de frutas, y a destruir su encantadora belleza?
Las únicas personas que habitaba la tierra en ese entonces era Adán con su esposa. De quien guardar entonces el Paraíso Adán?
Tenía que guardarlo de las aves, de las bestias, de los animales, los cuales aunque eran pacíficos y tranquilos, aun así, no tenían razonamiento para distinguir donde deberían construir su nido y que deberían comer y de donde deberían alimentarse y donde pasear y correr, para no dañar y para no destruir ese paraíso del deleite.
Una pedagogía sabia de Dios es también esta, mi lector. Ciertamente Dios, Quien con tantos buenos instintos dotó los animales; Dios, Quien ha enseñado el pececito justo después de recibir vida, a saber por naturaleza como nadar y como cruzar los mares;
Quien dirigió el infante, cuando sale en el mundo, a saber inmediatamente por naturaleza tambien la forma de mamar la leche de su madre; Quien tan muchas capacidades maravillosas dio a las bestias irracionales.
También podría, a los animales, que se quedarían o entrarían en el Paraíso, darles por naturaleza la capacidad de distinguir de que comer, y de que a no comer, a donde ir y a donde no ir allí dentro, para que el Paraíso seguiría bien protegido por sí mismo.
Y como puedes observar los animales hoy, aunque no tienen racionalidad, todavía pueden distinguir por naturaleza, cual hierba es venenosa y cual les puede servir como medicina para una enfermedad que tienen, así en ese tiempo también Dios perfectamente podría haberles dado naturalmente la capacidad de distinguir, para que no dañen de ninguna manera ese hermoso y maravilloso jardín del Paraíso.
Sin embargo, no lo hizo. Prefirió confiar al cuidado de Adán esta tarea, simplemente porque quería educarlo.
Y quizás me vas a preguntar, ¿como y de que manera con esta salvaguarda del Paraíso Adán sería educado? Y en esta pregunta tuya vengo ahora a responder.
En primer lugar, mi lector, con esta tarea Adán asumiría interés más vivo para el Paraíso y se apegaría más a ello.
Amaría más el Paraíso, igual como tú hoy ansias para la viña o el campo, en lo que has trabajado para cultivarlo y lo cual, cuando está lleno con mucho grano, te sientas día y noche y lo cuidas, para que no lo destruyen los transeúntes o los aves y los animales salvajes.
Amaria el Paraíso, y si con mucho gusto lo guardaría, para que no lo dañarían los animales de ninguna manera, mucho mas Adán tomaría todas las medidas por no perderlo por completo, como lo perdió después.
Y si le hiciera daño al ver una parte de su hermoso jardín ser destruido por las bestias o las aves, ¿cuanto más peor y más espantosa impresión crearía en él la idea, que podria perder el Paraíso?
Y por lo tanto, se convertiría en cuidadoso. Cuidadoso, no solo contra los animales para que ellos no dañen el Paraíso, sino cuidadoso también contra sí mismo, para no extender jamás su mano hacia el árbol prohibido y desobedezca el mandamiento de Dios y pierda el Paraíso.
Además se le enseñaría también algo más Adán. Vería que dentro de la creación de Dios no solo existen seres y fuerzas beneficiosas, sino que también hay fuerzas, que pueden causar daño y mal.
Y continuamente se le enseñaría por su experiencia en las cosas, que como existen entre las criaturas bestias y aves depredadoras, los cuales dañan y destruyen el Paraíso, así existen también otros salvajes y indómitas y bestiales criaturas, ellos siendo espirituales y racionales, que se convirtieron por su propia opción en malvados y traicioneros, los cuales podria harían a Adán a perder completamente el Paraíso.
Sin duda, Dios debe haber dado directivas sobre eso a Adán y debe haberlo iluminado sobre estos espíritus traicioneros de su bienaventuranza.
Y, por lo tanto, se le enseñaría que como era necesario de guardar el Paraíso de las bestias y las aves, los depredadores, igualmente era necesario de guardar también su alma y este paraíso de las intrigas del diablo.
Guarda, Adán el Paraíso. Y al mismo tiempo recuerda, como pueden lastimar el paraíso las bestias perceptibles, igualmente pueden lastimar tu alma también las bestias espirituales, tus enemigos invisibles.
Guarda el Paraiso. Y ten cuidado no sea que no solo lo destruyen por ti las fieras salvajes, sino que también te lo arrebaten alguna vez.
Dios, Quien un tan gran amor mostró a los protoplastos, estaba justificado para sostener la reclamación, que también Adán junto con Eva muestran amor y lealtad hacia Él.
¿Quién puede negarlo? Tantas cosas buenas les dio. Con tanta autoridad los rodeó. Tanta riqueza y tanta felicidad puso a su disposición.
¿No era justo por lo tanto para que Él también les pida algo, de una manera que ellos también reciben la oportunidad para mostrar su amor y su obediencia y su respeto hacia su Creador y su Benefactor?
Eh! pues y por eso Dios, después de que introdujo a Adam dentro del paraíso, al mismo tiempo le da también una ley, un mandamiento, y le pide a Adán a guardalo y a mantenerlo precisamente.
Y Dios lo está haciendo esto no porque tuviera la necesidad para que Adán mantenga Su mandamiento. Tampoco añadiría nada Adán a Dios, si guardara este mandamiento, ni deduciría nada de Él si la incumplía y la infringiría.
Dios está haciendo esto, es decir, Él da este mandamiento y le pide a Adán a mantenerlo, por el propio interés del Adán mismo.
Adán y Eva eran, como hemos dicho, libres. Eran imágenes de Dios. Dios, por tanto, pide ahora a hacerlos perfectos.
El propósito de Dios es que el libre albedrío de Adán y Eva consolidaría y fortalecería, para que ellos permanezcan siempre constantes e inquebrantables hacia lo bueno y la virtud.
Porque, como libres que eran los protoplastos podrían y estaba bajo su autoridad también hacer mal, como finalmente lo hicieron y cayeron de su altura y de su destino.
Por tanto, el propósito de Dios era perfeccionar los protoplastos, para que ellos adquieran un carácter estable, fuerte, perfecto. Y luego ya se harían más felices y más dichosos.
¿Por qué? Porque desde imágenes de Dios, que ellos eran, se convertirian en similares a Dios. Se parecerían aún más a Dios, se unirían con El, y así se convertirian aún más en miembros de la bienaventuranza y la gloria de Dios.
¿Pero como se lograría eso? ¿Cómo los caracteres de los protoplastos se perfeccionarían y se convertirian estables hacia lo bueno? ¿Cómo? A través de la prueba. Su albedrío libre tenía que ser probado.
Tenía que establecerse alguna restricción, alguna barrera en la libertad de los protoplastos para entrenar su voluntad a ser siempre disciplinada hacia Dios y nunca desobedecer Su voluntad.
Y por eso Dios da Su mandamiento. Para ser probada la voluntad de los protoplastos.
Y cuanto más ellos obedecerían a Dios, cuanto más se convertirían perfectos; cuanto más se acercarían a Él, cuanto más se unirían con Él,
Y observa, mi lector; como Dios apareció ser bueno, muy bueno en todo hacia Adán, así aparece también ahora, cuando le da Su mandamiento.
Se comporta hacia el como un padre cariñoso, quien no quiere torturar, sino disciplinar Su hijo. Como un padre, quien quiere educar y levantar, pero nunca tiranizar y castigar a su hijo.
Porque ¿qué pide Él y que exige de los protoplastos? No les pide que miren a las bonitas frutas en los árboles y no comerlas.
No les dice que pasen bajo los árboles teniendo hambre y a forzar sus estómagos y apretar sus mandíbulas, para no ser engañados jamas y cortar alguna fruta para saciar su hambre y dar placer a su laringe.
No. Por el contrario les da el derecho a comer lo que les gusta de cualquier árbol ellos querrían. Les concede, que todas estas cosas que les dio, estaban bajo su autoridad y tenían derecho a comer y disfrutar de ellos.
«De cada árbol que esta en el paraiso puedes comer», dice Dios a Adán.
De cada árbol tienes el derecho a comer. Y solo un árbol te prohíbo tocar. Sólo «del árbol del conocimiento del bien y del mal, no coméis de ello».
Son tan muchos los otros árboles y tan abundantes sus frutos y tan variados sus sabores y sus gustos, que no tienes nada que sufrir ni nada que faltar, Adán, si no saboreas las frutas de un solo árbol. Dios, Quien lo hizo todo, Él te esta diciendo a no comer de ese árbol.
Di, Adán, que Dios no crearía este árbol y que este árbol falta y no existe. No tienes nada que perder, si no comes de su fruta. No faltaras nada, ya que tienes tantos otros árboles a tu disposición.
De hecho, al contrario en un tan insignificante y miserable sacrificio que Dios te esta pidiendo, tienes una oportunidad para mostrarle tu amor, tu obediencia, tu devoción.
Dios no te pide grandes cosas, mientras Él te dio cosas grandes e importantes. ¿No es entonces propio y justo en todo lo que te pide, que tu respondas?
No pidió, por lo tanto, ninguna gran cosa Dios de Adán. Le pidió a reducir un poco su apetito y su deseo. Un poco, un muy poco.
Porque, como ves, mi lector, de todos los otros árboles, que fueron innumerables, le da el derecho para comer. Solo de ese árbol no le permite ni siquiera probarlo.
Le pidió poner una brida a su curiosidad y a mostrar un poco de paciencia para la satisfacción de la sed que su mente naturalmente tenía para aprender.
Ciertamente podría ocurrir a Adam la idea: «¿qué tipo de árbol puede ser esto? ¿Y por que Dios me prohibió acercarme a ello? ¿Y qué sabor pueden tener sus frutos?».
Tales y otros similares ideas de curiosidad ciertamente podrían ocurrir a Adán. Y estas ideas serían tan peligrosas, como el mandamiento de Dios parecía a primera vista a ser fácil y menor.
Porque podría ocurrir después a Adán también otra idea: «¿Y qué me va a pasar, si como este fruto? ¿Por cosa tan insignificante Dios me va a castigar?».
Por lo tanto, se necesitaba aquí para que Adán tenga confianza ilimitada a Dios. Era necesario que él tuviera obediencia absoluta a Sus palabras, para que no permitiera a si mismo ni siquiera discutir con estas ideas que le ocurrirían o que algun otro metería en su mente.
Necesitaba a no olvidar nunca el amor que Dios le mostró y a cada una de las preguntas de curiosidad y desconcierto, que vendría a él, a responder:
El buen Dios, Quien me creó, sabe lo que me favorece y que me beneficia. Por tanto, déjame escucharle. Lo que me ordena y lo que Él me manda, es beneficioso y rentable para mí».
Así debería pensar y así debería responder a la tentación de la curiosidad. Y no tendrás en esto ninguna objeción, Mi amigo lector.
De hecho, por el contrario, con cada derecho debes sentir pena por Adán, porque, aunque tenía frente a él tantos ejemplos del amor excepcional de Dios hacia él, en un momento se lo olvida todo y se atreve a violar un mandamiento de su Creador tan fácil, tan justo, tan racional.
E incluso podrías pensar, que si hubieras sido tu en su lugar, no experimentarías ninguna dificultad en acatar con el mandamiento de Dios y que de ninguna manera obedecerías en el mandamiento de la serpiente, pero seguirías siendo disciplinado a tu Creador.
Lo he escuchado por muchos diciéndolo. ¿Por qué no podría ser, dicen, que éramos nosotros en el lugar de Adán? Ciertamente el humanidad no sufriría las penurias, que sufre ahora. Porque nosotros salvaguardaríamos fielmente lo que Dios nos ordenó.
¿Y qué culpa tengo, dicen otros, para que yo sufra por la transgresión de Adán? Si fuera yo en su lugar, no sería un transgresor.
La verdad es, mi lector, que una vez que pasa algo, todos quieren despues a decirnos su juicio. Y como dice el proverbio popular, cuando alguien tropieza, todos acusan su mala vista. Y no toman en consideración, que tambien ellos sería probable tropezar e incluso salir gravemente heridos.
Lo mismo ocurre con respecto a la transgresión de Adán también.
Ha tropezado el protoplasto. No grites y no te estires, mi Cristiano. Tú también si estuvieras en su lugar, te pasaría lo mismo.
No tengo ninguna duda sobre eso. Y presta un poco de atención, y con la ayuda y con la iluminación del Señor espero que te quedarás convencido.
¿No ha ocurrido alguna vez en tu vida que tus padres o tus profesores te prohíben de hacer o de escuchar algo? Seguramente te debe haber sucedido.
Te pregunto: que has experimentado y que has sentido en esa ocasión? ¿No te ha parecido dificil esta prohibicion y no desearías una hora antes que se levante esta prohibición y que te liberes de ella?
Y sin embargo tu profesor o tu padre o tu madre no te ha prohibido alguna gran cosa.
Quizás te dijo, a no beber demasiada agua, a no abrir una caja, que te ha colocado encima la mesa; a no comer de esa comida que es dañino a tu salud, etc. Y lo consideras duro y pesado este mandato y esta instrucción.
Pon, pues, ahora a ti mismo en el lugar de Adán y piensa y calcula y pesa y contempla, si entonces tú también no desearías mejor de no haber existido esa prohibición pequeña que Dios te hubiera dado, y no hubieras preferido ser libre de esa.
Y sigo, mi lector, y te dirijo un otra pregunta, la pregunta, ¿porque hoy te atreves a fallar los mandamientos de Dios, ya que bien sabes, que muerte eterna y castigo implacable está reservado para los pecadores?
Podrías decirme que la corrupción, que hemos heredado del pecado ancestral, nos arrastra hacia el pecado como cautivos, sin ni siquiera quererlo muchas veces.
Estoy de acuerdo con esto. Pero también estarás de acuerdo a un otra cosa. Es decir, en que Cristo está dispuesto y poderoso para liberarnos y para empoderarnos, para que nos destaquemos como fieles conservadores de los mandamientos divinos, siempre que nos apelamos a Él.
Te pregunto por tanto, mi Cristiano, por qué no te apelas a Cristo? ¿Por qué el pecado te atrae más en lugar del Redentor y Salvador del mundo?
Mi hermano cristiano, examínese bien. Da a estas preguntas una respuesta verdadera y luego empieza a discutir sobre cómo te comportarías si estuvieras en el lugar de Adán.
Dios no se limitó simplemente a dar su mandamiento hacia los protoplastos. Simultaneamente les anunció de antemano también el castigo, que les esperaba, si violarían este mandamiento.
«porque en el día que comáis de él, ciertamente moriráis». Es decir, les dice, que en ese dia que atreveráis a comer de esta fruta prohibida, moriráis.
¿Pero por una cosa tan pequeña, es decir, por una fruta que cortarían y comerían, es entonces reservada la muerte? Definitivamente. La transgresión aquí es juzgada por la majestad del Uno Quien dio el mandamiento.
Quien te habla y quien te manda, oh, hombre? Ciertamente no es tu parecido. Es él Dios mismo. Por lo tanto, ¿no prestáis atención a la palabra de Dios? ¿No te asusta Su advertencia? Te atreves a despreciar el deseo y Su mandamiento? Pues, no te mereces solo uno, sino miles y millones de muertes.
¿Pero por una cosa tan pequeña? Exacto, por una fruta que comiste. Precisamente porque Dios te pidió que te quedaras una cosa tan pequeña, un mandamiento tan fácil, y no lo has guardado, precisamente por eso eres aún más reprensible.
Ya que lo pequeño y fácil no lo has guardado, imagina lo que harías, si te pediría también algo más grande y mas dificil.
¡«ciertamente moriráis»! Dios es justo por lo tanto y justos son Sus juicios. Él amenaza con muerte, porque con la muerte era justo ser castigada esa transgresion y ese pecado. Y lo predice y lo preanuncia, para que no pudiera quejarse Adán después, cuando el severo castigo caería sobre Él.
Lo predice a el para que Adán tomaría sus medidas y para que se vuelva más cauteloso. Y así, junto con el amor y la gratitud hacia Dios él también tendría miedo hacia la amenaza de Dios como dos muelles en su alma, que lo restringirían de la transgresión.
Por lo tanto, es como si Dios dijera a Adán. «Adán, si no es suficiente el amor y la gratitud que Me debes por las tantas cosas buenas, que te he hecho, para frenarte de desobedecer Mi mandamiento, al menos refrenate por Mi miedo.
Te lo predigo, que si te atreves a comer de esta fruta, morirás. Temed, pues, este castigo».
¡«ciertamente moriráis»! Que terrible sentido y que significado espantoso esta amenaza tiene! ¡«ciertamente moriráis»!
No es sólo corporal esta muerte, con la cual Dios intimida los protoplastos. Es algo mucho más espantoso. Es muerte del alma, y como resultado de esta muerte de la psique siguió después también la muerte corporal.
Y ciertamente querrás, mi lector, que sea claro para ti que significa muerte del alma y qué tipo de cosa mala es esta.
Pero para que lo aprendas y que lo entiendas, mi hermano, debes poner ante tus ojos el estado, en el cual el cuerpo se degenera, cuando la muerte lo pega.
Y luego, teniendo ante tus ojos ese estado como imagen, deberías contemplar, tanto como sea posible, que significa ese mismo estado para el alma, que llamamos muerte del alma.
Por tanto, la muerte corporal ¿que es? Es la separación del cuerpo del alma, que lo vitaliza.
Y cuando venga esta separación, entonces los ojos ya no pueden ver y disfrutar con las bonitas imágenes que nos presenta la creación de Dios y el arte del hombre;
los oídos ya no pueden escuchar las voces agradables de las personas queridas y ser atraídos por las dulces canciones de los pájaros y por las brillantes armonías de la música.
La lengua inmóvil, con la boca cerrada y con las mordazas fijas, ya no puede saborear las dulces y sabrosas comidas y bebidas.
La buena vista, el hermoso rostro, que deslumbraba con su belleza, que le pasa ahora? Detestas a acercarte a ello. Se hincha junto con el resto del organismo, emana un hedor insoportable, se pudre poco a poco y dentro de nada se dissolve.
Que placer experimentaba antes, cuando aún estaba en vida este mismo cuerpo! ¡Que gloria y qué magnificencia tenía! ¡Que poder y que belleza!
¿Y ahora? Inmóvil, inconsciente, apestoso está causando asco y se degenera a la descomposición y a la podredumbre.
Al menos esto, es decir, el cuerpo muerto, ya no siente nada. Si apesta, apesta para los otros. Si se descompone, el mismo no entiende nada.
Vamos ahora al alma, mi Cristiano. ¿Qué es la muerte del alma? Separación del alma de Dios, Quien es la vida y la felicidad y la fuerza del alma.
¿Qué le pasa al alma, cuando se separa de Dios? Se degenera como el cadáver, pero con la diferencia que ella sí siente la miseria y la podredumbre y el hedor, en la cual a través de su muerte se degeneró.
El alma no saborea ahora, el alma no experimenta la alegría, que Dios les da a los, que no se separan de cerca de Él. Ella ya no siente la serenidad y la paz, que transmite el Espíritu de Dios a esos, en los que Él habita.
Ella no siente el alivio, que Dios da. Pero, ¿qué siente entonces? ¿Quizás no siente nada? ¡Ah! no; ella siente.
Ella siente una angustia, una inquietud, una tortura, una aflicción y termina en un estado miserable, completamente opuesto al estado, en que existe el alma que está conectada con Dios.
Oh, Señor, Señor; ten piedad para la criatura de Tus manos. Ten compasión para los desobedientes y pródigos hijos Tuyos, que se escaparon de tu abrazamiento.
Y atrae de nuevo, Te suplicamos, nuestras almas hacia Ti, para que encuentren en su unión contigo su paz y la vida feliz. Que así sea.
Fin del capítulo 2